jueves, 17 de septiembre de 2009

Semántica, Aguirres y Asnos.

Que los españoles (y las españolas) nos hemos ido cretinizando en los últimos decenios es un diagnóstico pesimista al que cada vez doy más crédito. El nivel de asnos por metro cúbico no hace sino crecer para justa indignación de las fuerzas sociales, perplejidad de los políticos y desesperación de los que aún sabemos leer.

Hace muy poco, por ejemplo, tuve el dudoso placer de ver que a mi sobrino y a compeñeros suyos del circo los entrevistaban para un programa matinal de la cadena de Esperanza Aguirre y sus secuaces, mal llamada Telemadrid. La criatura que realizaba la entrevista, adornada con ajustado corsé que realzaba los méritos (dos: el izquierdo y el derecho) por los que sin duda le habían conferido un puesto de trabajo en dicha cadena mostró, perpleja, que uno de los componentes del circo sabía hablar castellano “a pesar de ser de Chile”. Como esto es difícil de creer, lo tengo grabado, no sea que alguien me acuse de hiperbólica caricatura.

No se crean que este rebuzno es un caso aislado. Venimos asistiendo a un chorro de estupideces, tergiversaciones, mal empleo de términos y otras bestialidades sobre las que a menudo pasamos de forma acrítica, ignorando que son un campo de minas conceptual en el que nuestra libertad, nuestro juicio y nuestra posición política van amputándose.

A menudo mencionaba en mis clases, hace ya mucho tiempo, que la corriente cultural impuesta por la comunicación de las grandes corporaciones alimentarias estaba despistando a todos. Por ejemplo, todos recordarán cuando se decía aquéllo de, frente al aceite de oliva, había que consumir “aceites vegetales”. Nadie pareció caer en la cuenta de que el olivo, hasta donde yo sé, es un vegetal y, por lo tanto, no hay que ordeñar a ningún animal para extraer el aceite de oliva.

Seguimos con eso de que el desayuno, la comida más importante del día, conviene que incluya la ingesta de cereales. Yo, que toda la vida de dios había echado en la leche pan troceado del día anterior, o había mojado las galletas de ese pueblo con dos oes, me quedaba pasmado. Porque para mí que las galletas, el pan y aun la maicena de la que constaban mis papillas procedían –proceden: nunca le he dado gusto a Kellog’s—de cereales. A menos que el trigo y el maiz sean otra cosa en el Plan Nuevo, que puede ser. Por si hay algún fanático de los cereales con frutas envasados por los cuáqueros, que sepan que en mi papilla mi madre ponía plátano y zumo de naranja. Así que tampoco cuela el invento. Sobre el origen derivado de las costumbres pasadas de moda de cruasanes, suizos, churros, porras, buñuelos... no voy a insistir.

Pero lo que pasa con la alimentación está pasando ahora con la estupidez esta de convertir a los maestros en pasma. Una o dos generaciones de inútiles traumatizados porque en el colegio no daban una han confundido todo. Veamos:

La memoria, herramienta imprescindible para el aprendizaje –tan necesaria e importante que pasa, incluso en los tests, por inteligencia—se convirtió en el malo de la película. Ahora los críos son asnos que nada saben porque nada recuerdan de lo que se les enseña. Porque se ha confundido la memoria como herramienta con la memoria como imposición autoritaria de ciertos métodos de enseñanza. De modo que, como España cree en eso de que muerto el perro, se acabó la rabia, pues fuera la memoria. Asnos, 1; Formación, 0.

La disciplina, que no es sino la capacidad de organizarse según pautas que dan estructura a nuestras actividades para la consecución de objetivos, se identificó con la disciplina militar o eclesial de nuestros años mozos. De modo que, en lugar de limpiar el nombre y la utilidad de esta herramienta de formación personal y de desarrollo y estructuración del aprendizaje, se decidió también eliminarla. Nos gusta lo fácil. Así que Asnos, 2; Formación, 0.

El respeto a la autoridad y la norma, en lugar de recuperarse de los lodos de la dictadura católico-militar para dotarle de su fondo ético de convivencia y respeto mútuo, se convirtió en otro villano heredado de los turbios tiempos del franquismo. Así que, en lugar de dotarles del significado político, de res publica, que nos distingue de bestias y padres enfurecidos de hijos burros, preferimos eliminarlas. Es más fácil ser un profe guay al que llaman por el mote que trabajar para ganar el respeto y profundizar en el origen y la necesidad de respetar límites, personas, roles y autoridades. Como es más fácil, visto desde el punto de vista biológico, agredir a un profesor que admitir que uno es un burro que ha parido una seta ignorante, violenta y con vocación de príncipe heredero. Asnos, 3; Formación, 0.

La dificultad es el último gran villano contra el que los mediocres y los vagos se han alzado. Todo tiene que facilitarse. Todo tiene que acompañarse. Nada difícil se acomete, ni se ofrecen los instrumentos para hacerlo. Porque las dificultades normalmente crean conflicto y tenemos una alergia tal a los conflictos que en lugar de tratar de resolverlos. Y como resolver los conflictos, a su vez, es difícil... Vuelta la burra al trigo y nunca mejor dicho. Asnos, 4; Formación, 0.

Que a una fachoide se le ocurra que donde hay un maestro, un profesor, un docente... haya un poli, pues tiene su lógica. Que le aplaudan los asnitos, también. Pero que esto se plantee en serio y no haya voces que critiquen ab origine semejante patochada...

¿Ven como sube el nivel de asnos por metro cúbico?

Saludos.

P.S.: Verán que dejo de escribir masculino-barra-femenino. Como los asnos y las asnas seguramente ignoran, en castellano existe el género neutro. Que se confunda con el masculino tiene razones etimológicas e históricas que no se pueden discutir aquí.

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