El otro día, después de que un pobre chaval perturbado se cepillase a 16 personas y cayese abatido en su propio día de furia, volví a escuchar de boca de la periodista de turno, como cierre del perfil del muchacho que era aficionado --esta vez no se dijo "adicto", vete a saber por qué-- a los video-juegos violentos. Así se quedaba como última frase y destacaba sobre el hecho, también relatado, que este homicida vivía en una familia que tenía en su domicilio 28 armas registradas. Ni más ni menos: 28. Claro que también tenían una PSP, o una X-Box, o Wii o lo que fuera. Peligrosísimo.
Mientras tanto, veo una campaña de fanta que le dice a los jóvenes "No te compliques", porque sabemos todos que cuando la juventud se complica los que lo pasan mal no son los jóvenes. Si los de ahora lo supieran, igual se hacían a sí mismos menos agujeros y empleaban los potes de pintura para algo que no fuera enguarrar los edificios públicos para proclamar su propio nombre.
Hay otro anuncio, esta vez de Cola-Cao (marca de la que siempre he deconfiado por llamar "negrito" a un negro). Les dice a los chavales "Como Quieras". Así, tal cual. Este es el cierre, el texto viene a decir "En el deporte y en la comida, haz lo que quieras", o algo similar.
Estos dos ejemplos me parecen más sanguinarios, desclasantes, manipuladores y conducentes al desastre oral y a la crisis de valores que mil horas de juego --sabiamente repartidas-- en el Grand Theft Auto, por ejemplo.
Recuerdo aquél año en el que una asociación feminista premió una campaña de detergente Colón (aquélla de "Busque, Compare...") porque decía que trataba a las mujeres como sujetos con capacidad de selección racional de los productos y animaba a ejercerla. A algunas de ellas les pregunté por qué habían premiado una campaña que vendía detergente sólo a mujeres. No creo decoroso reproducir aquí las respuestas obtenidas.
Digo todo esto porque parece que es fácil señalar a unos enemigos y no a otros. En la era de lo políticamente correcto --habrá que introducir la palabra Avestruza, pongo por caso-- nadie se fija en los discursos, que son mucho más grandes y más poderosos que las palabras. Una mala lectura de la semiología y la manía humanista han hecho que creamos que por el hecho de llamar juezas a las jueces o miembras a los miembros del género femenino creamos discurso. Y no: el discurso se crea en una cena, en el recreo de las escuelas, responsabilizando a educadores y a portavoces sociales en la transmisión de valores, en lugar de procrear asnitos que sabrán distinguir entre la violencia de género y la violencia pero no entre un ladrón y un banquero.
Hay más ejemplos. Por poner uno, el hecho de que el PP y el PSOE lleguen a un acuerdo para que Patxi López se siente en el sillón de Lehendakari. Ya es bastante absurdo que un partido de izquierda pacte con nacionalistas (decir de derecha es redundante). Pero con la extrema derecha... es hasta feo.
Las consecuancias políticas: que los abertzales más extremos --no los hay moderados-- tendrán discurso para serlo más. Que el PSOE volverá a ser rehén de los faescistas después de rendirse al acoso mediático, en lugar de hacer rehén al Lehendakari de su minoría.
Las consecuencias sociales y educativas: que con tal de sentarse en el sillón del poder vale todo y se puede pactar con quien sea. Incluso con los que decían que no había diferencia entre Zapatero y De Juana, o los que directamente le llamaban terrorista.
No me dirán que eso no es más dañino que jugar a Halo o a Call of Duty.
Personalmente preferiría a veces que la política española fuera un videojuego. Por lo menos podríamos apagarla.
Mientras tanto, veo una campaña de fanta que le dice a los jóvenes "No te compliques", porque sabemos todos que cuando la juventud se complica los que lo pasan mal no son los jóvenes. Si los de ahora lo supieran, igual se hacían a sí mismos menos agujeros y empleaban los potes de pintura para algo que no fuera enguarrar los edificios públicos para proclamar su propio nombre.
Hay otro anuncio, esta vez de Cola-Cao (marca de la que siempre he deconfiado por llamar "negrito" a un negro). Les dice a los chavales "Como Quieras". Así, tal cual. Este es el cierre, el texto viene a decir "En el deporte y en la comida, haz lo que quieras", o algo similar.
Estos dos ejemplos me parecen más sanguinarios, desclasantes, manipuladores y conducentes al desastre oral y a la crisis de valores que mil horas de juego --sabiamente repartidas-- en el Grand Theft Auto, por ejemplo.
Recuerdo aquél año en el que una asociación feminista premió una campaña de detergente Colón (aquélla de "Busque, Compare...") porque decía que trataba a las mujeres como sujetos con capacidad de selección racional de los productos y animaba a ejercerla. A algunas de ellas les pregunté por qué habían premiado una campaña que vendía detergente sólo a mujeres. No creo decoroso reproducir aquí las respuestas obtenidas.
Digo todo esto porque parece que es fácil señalar a unos enemigos y no a otros. En la era de lo políticamente correcto --habrá que introducir la palabra Avestruza, pongo por caso-- nadie se fija en los discursos, que son mucho más grandes y más poderosos que las palabras. Una mala lectura de la semiología y la manía humanista han hecho que creamos que por el hecho de llamar juezas a las jueces o miembras a los miembros del género femenino creamos discurso. Y no: el discurso se crea en una cena, en el recreo de las escuelas, responsabilizando a educadores y a portavoces sociales en la transmisión de valores, en lugar de procrear asnitos que sabrán distinguir entre la violencia de género y la violencia pero no entre un ladrón y un banquero.
Hay más ejemplos. Por poner uno, el hecho de que el PP y el PSOE lleguen a un acuerdo para que Patxi López se siente en el sillón de Lehendakari. Ya es bastante absurdo que un partido de izquierda pacte con nacionalistas (decir de derecha es redundante). Pero con la extrema derecha... es hasta feo.
Las consecuancias políticas: que los abertzales más extremos --no los hay moderados-- tendrán discurso para serlo más. Que el PSOE volverá a ser rehén de los faescistas después de rendirse al acoso mediático, en lugar de hacer rehén al Lehendakari de su minoría.
Las consecuencias sociales y educativas: que con tal de sentarse en el sillón del poder vale todo y se puede pactar con quien sea. Incluso con los que decían que no había diferencia entre Zapatero y De Juana, o los que directamente le llamaban terrorista.
No me dirán que eso no es más dañino que jugar a Halo o a Call of Duty.
Personalmente preferiría a veces que la política española fuera un videojuego. Por lo menos podríamos apagarla.
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