Que los españoles (y las españolas) nos hemos ido cretinizando en los últimos decenios es un diagnóstico pesimista al que cada vez doy más crédito. El nivel de asnos por metro cúbico no hace sino crecer para justa indignación de las fuerzas sociales, perplejidad de los políticos y desesperación de los que aún sabemos leer.
Hace muy poco, por ejemplo, tuve el dudoso placer de ver que a mi sobrino y a compeñeros suyos del circo los entrevistaban para un programa matinal de la cadena de Esperanza Aguirre y sus secuaces, mal llamada Telemadrid. La criatura que realizaba la entrevista, adornada con ajustado corsé que realzaba los méritos (dos: el izquierdo y el derecho) por los que sin duda le habían conferido un puesto de trabajo en dicha cadena mostró, perpleja, que uno de los componentes del circo sabía hablar castellano “a pesar de ser de Chile”. Como esto es difícil de creer, lo tengo grabado, no sea que alguien me acuse de hiperbólica caricatura.
No se crean que este rebuzno es un caso aislado. Venimos asistiendo a un chorro de estupideces, tergiversaciones, mal empleo de términos y otras bestialidades sobre las que a menudo pasamos de forma acrítica, ignorando que son un campo de minas conceptual en el que nuestra libertad, nuestro juicio y nuestra posición política van amputándose.
A menudo mencionaba en mis clases, hace ya mucho tiempo, que la corriente cultural impuesta por la comunicación de las grandes corporaciones alimentarias estaba despistando a todos. Por ejemplo, todos recordarán cuando se decía aquéllo de, frente al aceite de oliva, había que consumir “aceites vegetales”. Nadie pareció caer en la cuenta de que el olivo, hasta donde yo sé, es un vegetal y, por lo tanto, no hay que ordeñar a ningún animal para extraer el aceite de oliva.
Seguimos con eso de que el desayuno, la comida más importante del día, conviene que incluya la ingesta de cereales. Yo, que toda la vida de dios había echado en la leche pan troceado del día anterior, o había mojado las galletas de ese pueblo con dos oes, me quedaba pasmado. Porque para mí que las galletas, el pan y aun la maicena de la que constaban mis papillas procedían –proceden: nunca le he dado gusto a Kellog’s—de cereales. A menos que el trigo y el maiz sean otra cosa en el Plan Nuevo, que puede ser. Por si hay algún fanático de los cereales con frutas envasados por los cuáqueros, que sepan que en mi papilla mi madre ponía plátano y zumo de naranja. Así que tampoco cuela el invento. Sobre el origen derivado de las costumbres pasadas de moda de cruasanes, suizos, churros, porras, buñuelos... no voy a insistir.
Pero lo que pasa con la alimentación está pasando ahora con la estupidez esta de convertir a los maestros en pasma. Una o dos generaciones de inútiles traumatizados porque en el colegio no daban una han confundido todo. Veamos:
La memoria, herramienta imprescindible para el aprendizaje –tan necesaria e importante que pasa, incluso en los tests, por inteligencia—se convirtió en el malo de la película. Ahora los críos son asnos que nada saben porque nada recuerdan de lo que se les enseña. Porque se ha confundido la memoria como herramienta con la memoria como imposición autoritaria de ciertos métodos de enseñanza. De modo que, como España cree en eso de que muerto el perro, se acabó la rabia, pues fuera la memoria. Asnos, 1; Formación, 0.
La disciplina, que no es sino la capacidad de organizarse según pautas que dan estructura a nuestras actividades para la consecución de objetivos, se identificó con la disciplina militar o eclesial de nuestros años mozos. De modo que, en lugar de limpiar el nombre y la utilidad de esta herramienta de formación personal y de desarrollo y estructuración del aprendizaje, se decidió también eliminarla. Nos gusta lo fácil. Así que Asnos, 2; Formación, 0.
El respeto a la autoridad y la norma, en lugar de recuperarse de los lodos de la dictadura católico-militar para dotarle de su fondo ético de convivencia y respeto mútuo, se convirtió en otro villano heredado de los turbios tiempos del franquismo. Así que, en lugar de dotarles del significado político, de res publica, que nos distingue de bestias y padres enfurecidos de hijos burros, preferimos eliminarlas. Es más fácil ser un profe guay al que llaman por el mote que trabajar para ganar el respeto y profundizar en el origen y la necesidad de respetar límites, personas, roles y autoridades. Como es más fácil, visto desde el punto de vista biológico, agredir a un profesor que admitir que uno es un burro que ha parido una seta ignorante, violenta y con vocación de príncipe heredero. Asnos, 3; Formación, 0.
La dificultad es el último gran villano contra el que los mediocres y los vagos se han alzado. Todo tiene que facilitarse. Todo tiene que acompañarse. Nada difícil se acomete, ni se ofrecen los instrumentos para hacerlo. Porque las dificultades normalmente crean conflicto y tenemos una alergia tal a los conflictos que en lugar de tratar de resolverlos. Y como resolver los conflictos, a su vez, es difícil... Vuelta la burra al trigo y nunca mejor dicho. Asnos, 4; Formación, 0.
Que a una fachoide se le ocurra que donde hay un maestro, un profesor, un docente... haya un poli, pues tiene su lógica. Que le aplaudan los asnitos, también. Pero que esto se plantee en serio y no haya voces que critiquen ab origine semejante patochada...
¿Ven como sube el nivel de asnos por metro cúbico?
Saludos.
P.S.: Verán que dejo de escribir masculino-barra-femenino. Como los asnos y las asnas seguramente ignoran, en castellano existe el género neutro. Que se confunda con el masculino tiene razones etimológicas e históricas que no se pueden discutir aquí.
jueves, 17 de septiembre de 2009
jueves, 4 de junio de 2009
Europa, Europa. Un domingo difícil.
Supongo que nunca sabré qué esqueletos guarda en el armario la –mal llamada—izquierda española; qué deudas secretas ha contraído y con quién. Creo que también dejaré esta breve chispa biológica sobre mi planeta sin saber por qué las campañas electorales las dirige siempre la ultraderecha, con la connivencia y la participación entusiasta de los medios de comunicación que se dicen adversarios de dicha ultraderecha.
Nos estamos jugando cosas muy graves, en las elecciones del domingo. Entre otras, la revisión del modelo económico, defendido por ese personaje teatral que es el ex-presidente de los muertos por petróleo, abanderado de faescistas y aguirres, que ha llevado al borde de la quiebra a millones de personas físicas y jurídicas. Que ese personajillo que se creyó investido del poder ilimitado y divino por el hecho de ganar unas elecciones (yo creo que esa malinterpretación de la democracia debe de venir de tener bigote: empiezan a ser demasiadas casualidades) se permita hablar de profundizar en la ingeniería económica del fraude, de la estafa, de la privatización salvaje, del control nulo de los estados, de los pueblos, sobre los avariciosos y los ladrones es prueba de que en la transición se dejaron cosas por hacer los que cedieron a las pistolas y a los pelotazos. Pero nadie le ha contestado desde la izquierda.
Nos estamos jugando que Europa tenga un poder mediador y protagonista en Asia. Sólo Europa puede contrapesar su mala conciencia para con Israel con la asunción de su pasado árabe-otomano. Sólo Europa puede defender la paz desde la diversidad porque le ha costado casi cinco milenios aprender de sus propios errores. Que Europa siga creando aznares y berlusconis sólo da cuenta de que la ciudadanía ya no distingue entre los realities y la realidad. Pero Europa sabrá salir adelante porque ya lo ha conseguido otras veces. Estados Unidos y Oriente Medio, en cambio, se manejan en la lógica del imperio y la resistencia, de modo que sólo un contrapoder legitimador podrá presionar hacia la paz. En España, el del bigotito y sus cohortes de ladronzuelos y desfachatados dirigentes cortijeros nos alejaron de esa Europa –bien es verdad que más soñada que real—para acercarnos a los señores de la muerte y de Guantánamo. Pero nadie le ha contestado desde la izquierda.
Nos estamos jugando el estar en un espacio en el que los estados laicos se rigen por leyes laicas y en el que las religiones y sus subsectas se autofinancien, como cualquier asociación. Un espacio en el que el obispo de Colonia tenga tanto que ver con la presión política como el presidente de la Asociación de Autónomos del Taxi, por ejemplo. No podemos seguir escuchando salvajadas ultramontanas y altomedievales que, milagrosamente, merecen cuatro columnas en una portada de un periódico laico. Los palmeros meapilas de los obispos de la ultraderecha españolísima y españolista guían la campaña hacia la discusión sobre la vida humana –qué maravilla ver vociferar así por la vida a los mismos herederos de un golpe sangriento, a los que lo bendijeron y a quienes piden penas de muerte—mientras los macroestafadores neocons, religiosos ellos, han acabado y están acabando con las vidas, la dignidad y el trabajo de millones de personas. Pero nadie ha contestado, con rigor, desde la izquierda.
¿Y la corrupción? Pues no pasa nada. Supongo que hay muchos esqueletos en los armarios. Pero lo cierto debe ser que la gente da por hecho que los políticos son corruptos como los futbolistas puteros. Otra cosa es que todos lo sean, pero se trata de que encaja en el perfil. La izquierda, cauta, no dice nada de Fabra, de su yerno, de la duquesa y sus espías, del señorito de los trajes, de ese Mayor que llamó asesino al Presidente de todos los españoles. No vaya a ser.
Y es que la mal llamada izquierda cree que si explica la complejidad de las cosas y va más allá del eslógan, nadie va a captar el mensaje. La mal llamada izquierda está tan cerca de la ultraderecha que gobierna con ella en el País Vasco. La mal llamada izquierda no es capaz de mirarse a sí misma y luego presentarse ante sus votantes. Sencillamente, porque su esquizofrenia, su amor por el poder y su deuda con los poderes que la financian la desposeyeron hace tiempo de su legitimidad. La mal llamada izquierda sólo tiene el barniz y por eso lucha tanto por defender su barnizz. Si no, ¿quién la distinguiría de la ultraderecha?
Luego está Izquierda Unida. Haciendo anuncios absurdos para jóvenes descerebrados, sin profundidad de análisis, sin mostrar las miserias del sistema, sin combatividad. Todo chachi, todo guay, todo cool. La izquierda, quienes somos de izquierda somos, desgraciadamente, cultos. Sabemos que la realidad es compleja. Y creemos que la cacería del ministro, los falcon y los gürtel son tejido y razón para un combate que la mal llamada izquierda no está dispuesta a plantear. Y sabemos qué es Europa y dónde tiene que estar. Ojalá IU se entretuviera en explicar lo que está pasando y lo que puede pasar y se dejase de estupideces para los del plan nuevo.
Nos estamos jugando cosas muy graves, en las elecciones del domingo. Entre otras, la revisión del modelo económico, defendido por ese personaje teatral que es el ex-presidente de los muertos por petróleo, abanderado de faescistas y aguirres, que ha llevado al borde de la quiebra a millones de personas físicas y jurídicas. Que ese personajillo que se creyó investido del poder ilimitado y divino por el hecho de ganar unas elecciones (yo creo que esa malinterpretación de la democracia debe de venir de tener bigote: empiezan a ser demasiadas casualidades) se permita hablar de profundizar en la ingeniería económica del fraude, de la estafa, de la privatización salvaje, del control nulo de los estados, de los pueblos, sobre los avariciosos y los ladrones es prueba de que en la transición se dejaron cosas por hacer los que cedieron a las pistolas y a los pelotazos. Pero nadie le ha contestado desde la izquierda.
Nos estamos jugando que Europa tenga un poder mediador y protagonista en Asia. Sólo Europa puede contrapesar su mala conciencia para con Israel con la asunción de su pasado árabe-otomano. Sólo Europa puede defender la paz desde la diversidad porque le ha costado casi cinco milenios aprender de sus propios errores. Que Europa siga creando aznares y berlusconis sólo da cuenta de que la ciudadanía ya no distingue entre los realities y la realidad. Pero Europa sabrá salir adelante porque ya lo ha conseguido otras veces. Estados Unidos y Oriente Medio, en cambio, se manejan en la lógica del imperio y la resistencia, de modo que sólo un contrapoder legitimador podrá presionar hacia la paz. En España, el del bigotito y sus cohortes de ladronzuelos y desfachatados dirigentes cortijeros nos alejaron de esa Europa –bien es verdad que más soñada que real—para acercarnos a los señores de la muerte y de Guantánamo. Pero nadie le ha contestado desde la izquierda.
Nos estamos jugando el estar en un espacio en el que los estados laicos se rigen por leyes laicas y en el que las religiones y sus subsectas se autofinancien, como cualquier asociación. Un espacio en el que el obispo de Colonia tenga tanto que ver con la presión política como el presidente de la Asociación de Autónomos del Taxi, por ejemplo. No podemos seguir escuchando salvajadas ultramontanas y altomedievales que, milagrosamente, merecen cuatro columnas en una portada de un periódico laico. Los palmeros meapilas de los obispos de la ultraderecha españolísima y españolista guían la campaña hacia la discusión sobre la vida humana –qué maravilla ver vociferar así por la vida a los mismos herederos de un golpe sangriento, a los que lo bendijeron y a quienes piden penas de muerte—mientras los macroestafadores neocons, religiosos ellos, han acabado y están acabando con las vidas, la dignidad y el trabajo de millones de personas. Pero nadie ha contestado, con rigor, desde la izquierda.
¿Y la corrupción? Pues no pasa nada. Supongo que hay muchos esqueletos en los armarios. Pero lo cierto debe ser que la gente da por hecho que los políticos son corruptos como los futbolistas puteros. Otra cosa es que todos lo sean, pero se trata de que encaja en el perfil. La izquierda, cauta, no dice nada de Fabra, de su yerno, de la duquesa y sus espías, del señorito de los trajes, de ese Mayor que llamó asesino al Presidente de todos los españoles. No vaya a ser.
Y es que la mal llamada izquierda cree que si explica la complejidad de las cosas y va más allá del eslógan, nadie va a captar el mensaje. La mal llamada izquierda está tan cerca de la ultraderecha que gobierna con ella en el País Vasco. La mal llamada izquierda no es capaz de mirarse a sí misma y luego presentarse ante sus votantes. Sencillamente, porque su esquizofrenia, su amor por el poder y su deuda con los poderes que la financian la desposeyeron hace tiempo de su legitimidad. La mal llamada izquierda sólo tiene el barniz y por eso lucha tanto por defender su barnizz. Si no, ¿quién la distinguiría de la ultraderecha?
Luego está Izquierda Unida. Haciendo anuncios absurdos para jóvenes descerebrados, sin profundidad de análisis, sin mostrar las miserias del sistema, sin combatividad. Todo chachi, todo guay, todo cool. La izquierda, quienes somos de izquierda somos, desgraciadamente, cultos. Sabemos que la realidad es compleja. Y creemos que la cacería del ministro, los falcon y los gürtel son tejido y razón para un combate que la mal llamada izquierda no está dispuesta a plantear. Y sabemos qué es Europa y dónde tiene que estar. Ojalá IU se entretuviera en explicar lo que está pasando y lo que puede pasar y se dejase de estupideces para los del plan nuevo.
Qué panorama.
Etiquetas:
Aznar,
democracia,
Elecciones Europeas,
Europa,
Iglesia,
IU,
Izquierda,
PP madrileño,
PP PSOE
jueves, 7 de mayo de 2009
Teologías accidentales.
Hace muchos años que, de manera cíclica, se edita una “Enciclopedia” o una “Antología” del Disparate. Son libritos muy populares en los que un profesor con espíritu friki dedica gran parte de su tiempo a recoger las animaladas que sus alumnos dicen en los exámenes, completadas con otras de cosecha ajena.
En muchas ocasiones, no obstante, encuentro en esos aparentes dislates –que parecen provenir no sólo de no tocar un libro ni por el forro, sino de angustias, miedos o preocupaciones personales, o de ejemplos mal apuntados—materia de reflexión sobre muchos asuntos.
Algunos simplemente son la envidia de Groucho Marx:
“Dos rectas paralelas son las que nunca se encuentran a no ser que una de ellas sea rebelde”.
Como dice el Evangelio, si sabía lo que estaba haciendo, es un genio, si no lo sabía es un asno. Pero tiene mucha gracia.
Otros dicen verdades como puños, por más que el profesor no sepa verlas:
Las Guerras de Religión en Francia.
En muchas ocasiones, no obstante, encuentro en esos aparentes dislates –que parecen provenir no sólo de no tocar un libro ni por el forro, sino de angustias, miedos o preocupaciones personales, o de ejemplos mal apuntados—materia de reflexión sobre muchos asuntos.
Algunos simplemente son la envidia de Groucho Marx:
“Dos rectas paralelas son las que nunca se encuentran a no ser que una de ellas sea rebelde”.
Como dice el Evangelio, si sabía lo que estaba haciendo, es un genio, si no lo sabía es un asno. Pero tiene mucha gracia.
Otros dicen verdades como puños, por más que el profesor no sepa verlas:
Las Guerras de Religión en Francia.
Eran que si tú creías en Dios, te pegaban un par de tortas, y si no creías en Lutero te las pegaban también.
Pero otros tienen un fondo mucho más curioso. Transcribo:
¿Cuándo nos hacemos hijos de Dios?
Cualquier día de estos.
¿Cuántas personas hay en la Santísima trinidad?
¿Cuántas personas hay en la Santísima trinidad?
Tres: Padre, Hijo y Madre.
¿Qué es la Santísima Trinidad?
¿Qué es la Santísima Trinidad?
Un problema difícil de resolver.
El Padrenuestro.
El Padrenuestro.
El Pan nuestro de cada día dánoslo de hoy.
En la primera, hay un tratado sobre la escatología mezclada con la inclusión entre los justos. Probablemente con algo de miedo al Juicio. Lo que más me alegra es que ese alumno o alumna está, al menos, planteándose si decide o no tener a Dios como padre, a no ser que crea que el lo va a decidir sin su consentimiento. Vamos, que se cierne.
Lo de Padre, Hijo y Madre está tan cerca de los Ebionitas y de la discusión sobre el Espíritu Santo como elemento femenino y el famoso Logion (“Mi Madre, el Espíritu,...”) citado por Clemente y algunos Evangelios gnósticos que da escalofrío. Es cierto que el chaval o la chavala ha decidido simplificar un pelín el misterio y llevarlo a lo que conoce. Pero yo no tiraría la primera piedra.
Sobre “el problema difícil de resolver”... bueno, es realmente brillante. Escueto. Pero brillante. Si además se enteró de que es un misterio, el chaval decidió que con lo que no pueden los teólogos él, menos. Otro que merece, por lo menos, el aprobado por aproximación.
El último es el fracaso patente del mensaje conciliar. El consumismo se ha adueñado de las pobres cabezas de nuestros hijos, y ven a Dios como un repartidor de Bimbo o un tendero honesto y con control de calidad. Bueno, menos es nada, ¿no?
Os dejo el último, que me hizo casi caer de la silla:
Dí cuál es el masculino de Oca.
En la primera, hay un tratado sobre la escatología mezclada con la inclusión entre los justos. Probablemente con algo de miedo al Juicio. Lo que más me alegra es que ese alumno o alumna está, al menos, planteándose si decide o no tener a Dios como padre, a no ser que crea que el lo va a decidir sin su consentimiento. Vamos, que se cierne.
Lo de Padre, Hijo y Madre está tan cerca de los Ebionitas y de la discusión sobre el Espíritu Santo como elemento femenino y el famoso Logion (“Mi Madre, el Espíritu,...”) citado por Clemente y algunos Evangelios gnósticos que da escalofrío. Es cierto que el chaval o la chavala ha decidido simplificar un pelín el misterio y llevarlo a lo que conoce. Pero yo no tiraría la primera piedra.
Sobre “el problema difícil de resolver”... bueno, es realmente brillante. Escueto. Pero brillante. Si además se enteró de que es un misterio, el chaval decidió que con lo que no pueden los teólogos él, menos. Otro que merece, por lo menos, el aprobado por aproximación.
El último es el fracaso patente del mensaje conciliar. El consumismo se ha adueñado de las pobres cabezas de nuestros hijos, y ven a Dios como un repartidor de Bimbo o un tendero honesto y con control de calidad. Bueno, menos es nada, ¿no?
Os dejo el último, que me hizo casi caer de la silla:
Dí cuál es el masculino de Oca.
Parchís.
La referencia es: Rodríguez Plasencia, J.L.: Gran Enciclopedia del Disparate; Ed. El Papagayo, Madrid, 1991 (5).
miércoles, 6 de mayo de 2009
El Zoo Vasco.
Uno de los errores históricos que, a mi juicio, cometió la izquierda en la transición, fue asociar el final del franquismo con la aceptación de los nacionalismos como seña de pluralidad y diversidad frente al monolítico estado fascista. En esa inercia de “anti” que se instaló tras la muerte del dictador, parecía que había que aceptar, incluso promover, cualquier cosa que éste y sus acólitos habían prohibido, perseguido u ocultado.
De manera que se aceptó de manera acrítica que la España futura, sin modelo federal y bajo un régimen que el propio dictador había instalado como legitimador de su continuidad, tendría que hacer equilibrios –inútiles—para tratar de moverse entre la sacrosanta unidad de la patria y las reivindicaciones históricas, y violentas, de un porcentaje extremadamente pequeño de la población. Incluso el sistema electoral se diseñó para que el voto de los que creen que ser un embrión fecundado en un sitio determinado conlleva una unidad de destino en lo universal valiese más que el de las por entonces muy movilizadas masas obreras.
No creo que sea casualidad, aunque se reflexiona poco, el que los nacionalismos más destacados –incluido el gallego—se nutrieran de las filas ultracatólicas y de la derecha burguesa y aun de la ultraderecha campesina, para quienes el terruño, las tradiciones más legendarias (muy a menudo inventadas o tergiversadas, como toda mitología, religión o creencia de clan) y hasta las costumbres culinarias eran más importantes que el avance social o la aceptación de la igualdad, la fraternidad y la libertad. Es decir, lo mismo que había ocurrido y ocurre con el nacionalismo ultracatólico del Movimiento Franco-falangista Tómense la molestia de leer en paralelo a Sabino Arana, a José Antonio Primo de Rivera y a Adolf Hitler --bueno, y la sección de opinión de La Razón o El Mundo-- y verán lo que quiero decir. O escuchen a un catalán sorprendido de que en las dos Castillas y en Madrid haya agua e, incluo, árboles. Yo conozco uno que hasta admitió, con los ojos abiertos como platos, haber encontrado en Madrid “gente muy maja”, como suena. El caso contrario también se da con frecuencia, por supuesto, y también lo he visto.
Los que habíamos mamado la izquierda de vocación internacional e internacionalista, en la que el poder debía conquistarse de acuerdo con la marca de clase y no por la ovárico-espermatozóica, asistimos perplejos a los trapicheos y coqueteos de comunistas y socialistas con las derechas independentistas. Al principio, hasta nos daba la risa floja escuchar que ETA era el brazo armado de la izquierda abertzale, porque lo considerábamos, al menos, un oximoron tan extraño al saber político y al sentido común como un nazi demócrata. Haberlos, háylos, claro, pero esa es otra historia.
De aquéllos polvos vienen estos lodos, en los que las fronteras entre la democracia y la partitocracia se han borrado para siempre, y en el que dejan de contarse cien mil votos (nada menos) porque no nos gusta lo que defienden unos cuantos: confiamos tanto en nuestra profundidad democrática frente a los terroristas que lo único que se nos ocurre para combatir su base social es prohibir su participación institucional, negándoles el acceso a la normalización política que, seguramente, sería la única manera de deslegitimar su actividad al margen, precisamente, de las instituciones. Lo más grande es que esto se sabe y se ha apoyado para otros casos fuera de nuestro país, pero aquí no hay manera. Sorprendente.
Ahora asisitimos, entre parabienes de unos y rabietas de otros, a una investidura de Patxi López apoyado en los votos de los que anteayer le llamaban terrorista amigo de los terroristas. A un ex-Lehendakari que se ha acogido al aut caesar, aut nihil (o César, o nada, para los del Plan Nuevo), despreciando a los votantes a los que debe su posición política y mediática. A una presidenta del Parlamento que más les toca los genitales a los de su cuerda. A un coro españolista que aplaude la unión antinatura de los que trataron de impulsar un acuerdo pacífico con los que lo bombardearon. Izquierda Unida se ha abstenido, y eso que viene de gobernar con el PNV, a quien esa unión no le parecía tan antinatural ni ilegítima hasta hace tres meses como a mí.
Lo bueno de todo esto es que, en el fondo, es divertido cómo la izquierda pierde identidad, cómo las derechas acaban uniéndose porque el objetivo es el poder para sus cuadros y cómo los nacionalistas no tienen discurso político que ofrecer si no es que el único poder legítimo es el que da ser “auténticamente” vasco.
De manera que se aceptó de manera acrítica que la España futura, sin modelo federal y bajo un régimen que el propio dictador había instalado como legitimador de su continuidad, tendría que hacer equilibrios –inútiles—para tratar de moverse entre la sacrosanta unidad de la patria y las reivindicaciones históricas, y violentas, de un porcentaje extremadamente pequeño de la población. Incluso el sistema electoral se diseñó para que el voto de los que creen que ser un embrión fecundado en un sitio determinado conlleva una unidad de destino en lo universal valiese más que el de las por entonces muy movilizadas masas obreras.
No creo que sea casualidad, aunque se reflexiona poco, el que los nacionalismos más destacados –incluido el gallego—se nutrieran de las filas ultracatólicas y de la derecha burguesa y aun de la ultraderecha campesina, para quienes el terruño, las tradiciones más legendarias (muy a menudo inventadas o tergiversadas, como toda mitología, religión o creencia de clan) y hasta las costumbres culinarias eran más importantes que el avance social o la aceptación de la igualdad, la fraternidad y la libertad. Es decir, lo mismo que había ocurrido y ocurre con el nacionalismo ultracatólico del Movimiento Franco-falangista Tómense la molestia de leer en paralelo a Sabino Arana, a José Antonio Primo de Rivera y a Adolf Hitler --bueno, y la sección de opinión de La Razón o El Mundo-- y verán lo que quiero decir. O escuchen a un catalán sorprendido de que en las dos Castillas y en Madrid haya agua e, incluo, árboles. Yo conozco uno que hasta admitió, con los ojos abiertos como platos, haber encontrado en Madrid “gente muy maja”, como suena. El caso contrario también se da con frecuencia, por supuesto, y también lo he visto.
Los que habíamos mamado la izquierda de vocación internacional e internacionalista, en la que el poder debía conquistarse de acuerdo con la marca de clase y no por la ovárico-espermatozóica, asistimos perplejos a los trapicheos y coqueteos de comunistas y socialistas con las derechas independentistas. Al principio, hasta nos daba la risa floja escuchar que ETA era el brazo armado de la izquierda abertzale, porque lo considerábamos, al menos, un oximoron tan extraño al saber político y al sentido común como un nazi demócrata. Haberlos, háylos, claro, pero esa es otra historia.
De aquéllos polvos vienen estos lodos, en los que las fronteras entre la democracia y la partitocracia se han borrado para siempre, y en el que dejan de contarse cien mil votos (nada menos) porque no nos gusta lo que defienden unos cuantos: confiamos tanto en nuestra profundidad democrática frente a los terroristas que lo único que se nos ocurre para combatir su base social es prohibir su participación institucional, negándoles el acceso a la normalización política que, seguramente, sería la única manera de deslegitimar su actividad al margen, precisamente, de las instituciones. Lo más grande es que esto se sabe y se ha apoyado para otros casos fuera de nuestro país, pero aquí no hay manera. Sorprendente.
Ahora asisitimos, entre parabienes de unos y rabietas de otros, a una investidura de Patxi López apoyado en los votos de los que anteayer le llamaban terrorista amigo de los terroristas. A un ex-Lehendakari que se ha acogido al aut caesar, aut nihil (o César, o nada, para los del Plan Nuevo), despreciando a los votantes a los que debe su posición política y mediática. A una presidenta del Parlamento que más les toca los genitales a los de su cuerda. A un coro españolista que aplaude la unión antinatura de los que trataron de impulsar un acuerdo pacífico con los que lo bombardearon. Izquierda Unida se ha abstenido, y eso que viene de gobernar con el PNV, a quien esa unión no le parecía tan antinatural ni ilegítima hasta hace tres meses como a mí.
Lo bueno de todo esto es que, en el fondo, es divertido cómo la izquierda pierde identidad, cómo las derechas acaban uniéndose porque el objetivo es el poder para sus cuadros y cómo los nacionalistas no tienen discurso político que ofrecer si no es que el único poder legítimo es el que da ser “auténticamente” vasco.
¡Qué bien les viene a todos que ETA siga existiendo! Sin ETA, ¿qué serían? ¿Qué tienen que ofrecer a los ciudadanos? Eso sí que no se lo perdono a esos descerebrados que juegan a héroes inmarcesibles con boina: que mantengan y legitimen a estos politicastros. Si abandonaran las armas dejarían con el culo al aire a más de uno y más de tres.
Etiquetas:
Elecciones Vascas,
ETA,
Euskadi,
Lehendakari,
Nacionalismo,
Parlamento vasco,
PP PSOE
lunes, 4 de mayo de 2009
Desconocidos. La otra democracia.
No es un tipo muy alto, ni tiene ningún rasgo especial. Joven, es de estatura normal tirando a bajito. Su cara es una cara típica estadounidense, quizá la que atribuímos a la gente de Milwaukee, con aspecto nórdico, rubio. Se mueve siempre en la tangente del encuadre de las cámaras, si éstas se cruzan con él por casualidad. Se llama Jim Wilkinson, que tampoco es un nombre con muchas resonancias, si no fuera por las cuchillas de afeitar.
Es un tipo que nunca se ha presentado a unas elecciones, ni ha estado en ninguna lista de políticos prominentes, ni es una celebridad mediática. No ha protagonizado, que yo sepa, un solo titular a cuatro o más columnas, ni ha sido entrevistado por Jay Leno ni por Larry King. Si llega a estar en una sala, se le verá en la útlima fila, con uniforme si está en el Centro de Medios de Iraq o con una camisa azul celeste y pantalones dockers, confundido con los demás si es en otro lugar.
Y sin embargo es la persona que habla por la boca de Cheney, de Bush, de Condoleeza, de Colin,... hasta de esa parodia de la caricatura de un muñeco de guiñol que es nuestro ex-presidente. Su curriculum es brillante: es el ideólogo y organizador de todas las “noticias” y “reportajes” que se han visto en las televisiones occidentales sobre las fingidas causas y la realización de la guerra de (contra) Irak. Es el organizador y factotum del centro de comunicaciones que el pentágono montó sobre el terrenos para centralizar la información sobre la guerra. Fue el que montó las “espontáneas manifestaciones” que impidieron el recuento de votos en Florida cuando el hermano de G.W. regaló a éste su presidencia. Es ahora director de comunicación del GOP, el cuartel general republicano. Es más cosas, pero con estas creo que vale.
Lo que quiero decir es que personajes como este no son votados. No emergen de la voluntad popular, ni del sufragio universal. Nacen de despachos donde se toman las decisiones que después ejecutarán los tristes hombres que se dicen políticos y que no son más que los ejecutores de quienes realmente ostentan el poder.
Seguro que Jim Wilkinson tiene a alguien por encima de él ¿quién no? Pero esos que le sostienen, que lo han puesto ahí para decirnos cómo pensar no han sido elegidos por nadie. En España, hay epígonos de este personaje pero, afortunadamente, aún son unos chapuzas.
Todo llegará.
P.S.: el documental “Massive deception Arms” cuenta todo lo relativo al frente mediático de la guerra de (contra) Irak y el papel de este y otros peronajes en el engaño (“deception” tiene ese sentido: la traducción ha vuelto a ser traición). Desafortunadamente ni el libro ni el video vienen referenciados en Google. Pero esta tarde, a las 15:00 repiten el documental en el Canal Historia. Daré la referencia.
Es un tipo que nunca se ha presentado a unas elecciones, ni ha estado en ninguna lista de políticos prominentes, ni es una celebridad mediática. No ha protagonizado, que yo sepa, un solo titular a cuatro o más columnas, ni ha sido entrevistado por Jay Leno ni por Larry King. Si llega a estar en una sala, se le verá en la útlima fila, con uniforme si está en el Centro de Medios de Iraq o con una camisa azul celeste y pantalones dockers, confundido con los demás si es en otro lugar.
Y sin embargo es la persona que habla por la boca de Cheney, de Bush, de Condoleeza, de Colin,... hasta de esa parodia de la caricatura de un muñeco de guiñol que es nuestro ex-presidente. Su curriculum es brillante: es el ideólogo y organizador de todas las “noticias” y “reportajes” que se han visto en las televisiones occidentales sobre las fingidas causas y la realización de la guerra de (contra) Irak. Es el organizador y factotum del centro de comunicaciones que el pentágono montó sobre el terrenos para centralizar la información sobre la guerra. Fue el que montó las “espontáneas manifestaciones” que impidieron el recuento de votos en Florida cuando el hermano de G.W. regaló a éste su presidencia. Es ahora director de comunicación del GOP, el cuartel general republicano. Es más cosas, pero con estas creo que vale.
Lo que quiero decir es que personajes como este no son votados. No emergen de la voluntad popular, ni del sufragio universal. Nacen de despachos donde se toman las decisiones que después ejecutarán los tristes hombres que se dicen políticos y que no son más que los ejecutores de quienes realmente ostentan el poder.
Seguro que Jim Wilkinson tiene a alguien por encima de él ¿quién no? Pero esos que le sostienen, que lo han puesto ahí para decirnos cómo pensar no han sido elegidos por nadie. En España, hay epígonos de este personaje pero, afortunadamente, aún son unos chapuzas.
Todo llegará.
P.S.: el documental “Massive deception Arms” cuenta todo lo relativo al frente mediático de la guerra de (contra) Irak y el papel de este y otros peronajes en el engaño (“deception” tiene ese sentido: la traducción ha vuelto a ser traición). Desafortunadamente ni el libro ni el video vienen referenciados en Google. Pero esta tarde, a las 15:00 repiten el documental en el Canal Historia. Daré la referencia.
Etiquetas:
democracia,
Iraq,
Libertad,
Medios de Comunicación
sábado, 11 de abril de 2009
Addenda sobre el Aborto y una cuñita.
Cuando uno ve las manifestaciones de los anti-abortistas, o las soflamas curiales contra la Ley de la Interrupción del Embarazo resalta mucho que hacen parecer que los que estamos a favor de dicha ley estamos a favor del aborto. Y no es verdad: lo que estamos a favor es de que, si una mujer decide interrumpir el embarazo no tenga que ir a la cárcel. Eso es todo.
Mutatis mutandis, lo que de verdad defienden los ultrafaescistas y los nazional-católicos (no, no es una errata) es, por tanto, la penalización y, por tanto, el castigo de la sociedad civil hacia las mujeres que deciden interrumpir su embarazo. La versión moderna de la hoguera, como suena. No les basta el sufrimiento físico y moral. Además, la cárcel y la exclusión social o el riesgo de su vida si acuden a clínicas no reguladas... O, como en tiempos, los ricos a Londres.
¿A que visto así es más sencillo apoyar una ley de despenalización?
P.S.: Me llama mucho la atención el miedo que las culturas en general y las patriarcales en particular –que son casi todas por la influencia de las socio-religiones mayoritarias del planeta—tienen a las mujeres y a sus reivindicaciones. Y por qué se construyen edificios ideológicos y míticos tan enormes sólo para contrarrestar su posible libertad, sus derechos y sus aspiraciones.
jueves, 2 de abril de 2009
Tozudez y Pascua.
Vaya por delante que porvengo de familia baturra, en la que si algo no sale es que no se está usando un martillo suficientemente grande, y que no existe la frase “eso no va a entrar”. Así que no crean que me quito de enmedio.
Pero es notable la tozudez que exhiben algunos cuando se trata de acabar con las ganas de fiesta del personal o de paliar en lo posible la verdad universal de que cuando se es joven se es bastante gilipolla.
Téngase en cuenta también, antes de ir al tema que nos ocupa, que la religión católica –pero sobre todo romana—usurpó mediante el recurso a las tradiciones patriarcales procedentes de oriente los atributos rituales, místicos y mistéricos de una creencia generalizada en la Gran Diosa. Esa usurpación aún se ve en nuestros días, en los que los sacerdotes, invariablemente, se visten de mujer para hacer visible esa usurpación.
No obstante, seguimos celebrando el nacimiento de Venus (es decir, de la Blanca Paloma, su totem principal y sus muchas manifestaciones en diferentes formas) o el enterramiento de Osiris por parte de Isis –su hijo y amante--. Nuestras plañideras calientan motores para llorar primero la muerte de Tammuz (o Adonis o Atis) y celebrar luego su resurrección en la primavera, durante el primer plenilunio y nuestros penitentes se preparan para simular, como hacían los calebitas, los dáctilos o los coribantes, entre otras tribus antiguas, la auto mutilación y el castigo físico contra sí mismos en honor de la Madre de Dios. Etcétera.
Estos sacerdotes vestidos de sacerdotisas –que reproducen la vestidura de los sátrapas orientales cuando decidieron abandonar a Aserá, Astarté o cualquier nombre de la Diosa Siria--, que saben muy bien lo que se cuece aunque no lo parezca, y de dónde vienen, han luchado, como parece que dijo el propio Cristo (según Clemente de Alejandría que cita un logion que ningún exégeta se atreve a proclamar falso) a “destruir los trabajos de la hembra”. Es decir, a remachar con su clavo de nazarita con voto de castidad un amor sin la “mancha sexual”, a hacer “que no haya varón ni hembra”, y por tanto a terminar el trabajo que los primeros invasores orientales hicieron con los antiguos matriarcados mediterráneos.
La vigilancia de la paternidad se impuso porque en tiempos no se sabía que el padre –que en algunas culturas sigue pareciendo una figura inútil, tanto como, digamos, San José—tenía algo que ver con la generación. El parto de las criaturas nuevecitas que llegaban al mundo se atribuía al viento (Estrabón cita esta creencia), al agua, a la magia propia de las mujeres. Cuando se descubrió el asunto de la paternidad había que resolver el problema de la transmisión de la propiedad, así que se fomentó, sobre todo entre las tribus nómadas del pastoreo que no querían que se dividiese su patrimonio pecuario, la monogamia femenina. La masculina no, porque no se chupaban el dedo. De ahí a convertir primero en cuestión de honor y luego en dogma social la virginidad y la pertenencia de la mujer al marido en exclusiva no iba más que un paso, y se dio.
El problema del aborto vino también como cuestión de economía. El Imperio necesitaba brazos y el aborto, en Roma (líder cultural del mundo), era una cuestión habitual sobre la que nadie discutía. Para ponerle freno, además de muchas leyes –la más conocida, la Pappia Popea-- que premiaban la paternidad múltiple, se empezó a promover la consideración de los niños como seres humanos, incluyendo a los no nacidos hasta cierto punto. En la misma época en la que, ante un desastre nacional, se exponía a los niños. Cuando un emperador moría, por ejemplo. O cuando se perdía una batalla a miles de kilómetros. De ahí se pasó a la extensión de la consideración dual del hombre (que no es un invento cristiano) en su composición cuerpo+alma. Si se quería proteger a los niños había que darles alma, y fijar el momento, que tanto discutió San Agustín (y muchos otros Padres) en el que ésta aterrizaba en el cuerpo del feto.
Esta manera de pensar se aplica, por tanto desde hace mucho tiempo, con lo que, si uno no cree en el alma, no hay por dónde asegurar que un feto es un ser humano. La gente más razonable –en mi opinión—dice que cuando está completamente formado el sistema nervioso. Pero en esto hay opiniones para cada minuto de la gestación o casi.
El asunto es que todo este jaleo de los antiabortistas (que, notablemente, suelen manifestarse en contra de las negociaciones para la paz y a favor de la pena de muerte, lo que no deja de ser un aborto con carácter retroactivo siguiendo sus esquemas) proviene de un conjunto de mitos, leyendas y luchas por la primacía religioso-mítica construidas contra el misterio femenino y su control sobre la generación. Mitos y luchas que se presentan, a pesar de todo, inacabables. La oportunidad política también juega, claro, pero eso es tan manido que ni lo comento.
Si sólo fuera eso. Llevan dos mil años tratando de impedir el refocile y el gustirrín. Condenándolo, prohibiéndolo, mencionando la composición interna de los cuerpos y su corruptibilidad , diciendo que te quedas ciego y tonto. advirtiendo lo de “pulvis es...”. La ironía de que en España a la fornicación se le llame polvo es inconmensurable y acertadísima. Y no hay manera. La hembra, sus trabajos, la llamada de la tierra, de la sensualidad, del descubrir los cuerpos y el amor, la pasión, incluso la violencia o el asombro en ellos, sigue sin tener freno. Y como los jovencitos y jovencitas, además de ser un poquito gilipollas no están educados en cuestiones sexuales pasa lo que pasa.
Ahora bien. Lo que no tiene gracia es proteger cualquier vida a costa de otra sin ni siquiera discutir prioridades entre el bien mayor y el menor, condenando a víctimas de violaciones, de malformaciones y enfermedades genéticas a un infierno en la tierra con la promesa del Reino. Lo que no tiene puñetera la gracia es que asesinen (per tertium interpositum) a millones de africanos y africanas soltando falsedades sobre los condones y apelando otra vez a que la gente se la escayole o se ponga velcro en las piernas y, si todo falla, a tener fe. Y lo que no tiene gracia es que todo eso lo diga quien tiene por misión propagar la nueva del amor y la redención.
De todos modos, yo creo que no están los tiempos para tocar las narices a las mujeres. Y, por otra parte, no vamos a dejar de follar se pongan como se pongan. ¡Coño, que llevan 2.000 años intentándolo inútilmente!
Hay que ser tozudos, vamos.
Pero es notable la tozudez que exhiben algunos cuando se trata de acabar con las ganas de fiesta del personal o de paliar en lo posible la verdad universal de que cuando se es joven se es bastante gilipolla.
Téngase en cuenta también, antes de ir al tema que nos ocupa, que la religión católica –pero sobre todo romana—usurpó mediante el recurso a las tradiciones patriarcales procedentes de oriente los atributos rituales, místicos y mistéricos de una creencia generalizada en la Gran Diosa. Esa usurpación aún se ve en nuestros días, en los que los sacerdotes, invariablemente, se visten de mujer para hacer visible esa usurpación.
No obstante, seguimos celebrando el nacimiento de Venus (es decir, de la Blanca Paloma, su totem principal y sus muchas manifestaciones en diferentes formas) o el enterramiento de Osiris por parte de Isis –su hijo y amante--. Nuestras plañideras calientan motores para llorar primero la muerte de Tammuz (o Adonis o Atis) y celebrar luego su resurrección en la primavera, durante el primer plenilunio y nuestros penitentes se preparan para simular, como hacían los calebitas, los dáctilos o los coribantes, entre otras tribus antiguas, la auto mutilación y el castigo físico contra sí mismos en honor de la Madre de Dios. Etcétera.
Estos sacerdotes vestidos de sacerdotisas –que reproducen la vestidura de los sátrapas orientales cuando decidieron abandonar a Aserá, Astarté o cualquier nombre de la Diosa Siria--, que saben muy bien lo que se cuece aunque no lo parezca, y de dónde vienen, han luchado, como parece que dijo el propio Cristo (según Clemente de Alejandría que cita un logion que ningún exégeta se atreve a proclamar falso) a “destruir los trabajos de la hembra”. Es decir, a remachar con su clavo de nazarita con voto de castidad un amor sin la “mancha sexual”, a hacer “que no haya varón ni hembra”, y por tanto a terminar el trabajo que los primeros invasores orientales hicieron con los antiguos matriarcados mediterráneos.
La vigilancia de la paternidad se impuso porque en tiempos no se sabía que el padre –que en algunas culturas sigue pareciendo una figura inútil, tanto como, digamos, San José—tenía algo que ver con la generación. El parto de las criaturas nuevecitas que llegaban al mundo se atribuía al viento (Estrabón cita esta creencia), al agua, a la magia propia de las mujeres. Cuando se descubrió el asunto de la paternidad había que resolver el problema de la transmisión de la propiedad, así que se fomentó, sobre todo entre las tribus nómadas del pastoreo que no querían que se dividiese su patrimonio pecuario, la monogamia femenina. La masculina no, porque no se chupaban el dedo. De ahí a convertir primero en cuestión de honor y luego en dogma social la virginidad y la pertenencia de la mujer al marido en exclusiva no iba más que un paso, y se dio.
El problema del aborto vino también como cuestión de economía. El Imperio necesitaba brazos y el aborto, en Roma (líder cultural del mundo), era una cuestión habitual sobre la que nadie discutía. Para ponerle freno, además de muchas leyes –la más conocida, la Pappia Popea-- que premiaban la paternidad múltiple, se empezó a promover la consideración de los niños como seres humanos, incluyendo a los no nacidos hasta cierto punto. En la misma época en la que, ante un desastre nacional, se exponía a los niños. Cuando un emperador moría, por ejemplo. O cuando se perdía una batalla a miles de kilómetros. De ahí se pasó a la extensión de la consideración dual del hombre (que no es un invento cristiano) en su composición cuerpo+alma. Si se quería proteger a los niños había que darles alma, y fijar el momento, que tanto discutió San Agustín (y muchos otros Padres) en el que ésta aterrizaba en el cuerpo del feto.
Esta manera de pensar se aplica, por tanto desde hace mucho tiempo, con lo que, si uno no cree en el alma, no hay por dónde asegurar que un feto es un ser humano. La gente más razonable –en mi opinión—dice que cuando está completamente formado el sistema nervioso. Pero en esto hay opiniones para cada minuto de la gestación o casi.
El asunto es que todo este jaleo de los antiabortistas (que, notablemente, suelen manifestarse en contra de las negociaciones para la paz y a favor de la pena de muerte, lo que no deja de ser un aborto con carácter retroactivo siguiendo sus esquemas) proviene de un conjunto de mitos, leyendas y luchas por la primacía religioso-mítica construidas contra el misterio femenino y su control sobre la generación. Mitos y luchas que se presentan, a pesar de todo, inacabables. La oportunidad política también juega, claro, pero eso es tan manido que ni lo comento.
Si sólo fuera eso. Llevan dos mil años tratando de impedir el refocile y el gustirrín. Condenándolo, prohibiéndolo, mencionando la composición interna de los cuerpos y su corruptibilidad , diciendo que te quedas ciego y tonto. advirtiendo lo de “pulvis es...”. La ironía de que en España a la fornicación se le llame polvo es inconmensurable y acertadísima. Y no hay manera. La hembra, sus trabajos, la llamada de la tierra, de la sensualidad, del descubrir los cuerpos y el amor, la pasión, incluso la violencia o el asombro en ellos, sigue sin tener freno. Y como los jovencitos y jovencitas, además de ser un poquito gilipollas no están educados en cuestiones sexuales pasa lo que pasa.
Ahora bien. Lo que no tiene gracia es proteger cualquier vida a costa de otra sin ni siquiera discutir prioridades entre el bien mayor y el menor, condenando a víctimas de violaciones, de malformaciones y enfermedades genéticas a un infierno en la tierra con la promesa del Reino. Lo que no tiene puñetera la gracia es que asesinen (per tertium interpositum) a millones de africanos y africanas soltando falsedades sobre los condones y apelando otra vez a que la gente se la escayole o se ponga velcro en las piernas y, si todo falla, a tener fe. Y lo que no tiene gracia es que todo eso lo diga quien tiene por misión propagar la nueva del amor y la redención.
De todos modos, yo creo que no están los tiempos para tocar las narices a las mujeres. Y, por otra parte, no vamos a dejar de follar se pongan como se pongan. ¡Coño, que llevan 2.000 años intentándolo inútilmente!
Hay que ser tozudos, vamos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)