Qué sueño...
Tengo que empezar por decir que soy de muelle flojo, como saben mis amigos y aprecian mi mujer y mis amigas. Así que cuando ví anoche llorar al Reverendo Jesse Jackson y a muchas personas negras –pero también de muchos otros colores-- con lagrimones como puños en Grant Park casi lloro yo también. A mi pesar, como me ocurre con en el final de Love Actually, pero con el moco colgando. La noche de ayer tiene una potencia simbólica, semiológica, tan descomunal como innegable. El senador Obama fue consciente de ello y lo asumió como una primera corona de la tiara de su entronización. Hay muchos estadounidenses que se sienten despertando de una pesadilla espantosa. Del resto del mundo, ni hablamos. El trío de las Azores, definición más apropiada para boleristas itinerantes, fue vencido ayer por un as de intangibles.
En segundo lugar, me alegro de haber sido tan pesimista antes de las elecciones. Al final, Missouri (no Massachussets, como escribí por error) casi da la sorpresa. Pero las victorias de alto calado simbólico en Indiana y parece que en Virginia y Carolina del Norte acabaron con el pobre héroe vencido que tan elegante y rápidamente entregó la cuchara con su exótica y carpetovetónica partenaire creacionista. Y digo que me alegro no sólo porque disfruté el doble de la derrota de los neo-con y los faescistas (que presumo momentánea), sino porque realmente la bolsa de estupidez parece tener un tamaño relativo menor del esperado. Y que el grano GWB que McCain llevaba en la espalda era demasiado grande para ser extirpado o escondido. De hecho, cuando ví que el PP en bloque empezaba a hablar bien de Obama, ya di mi pesimismo por refutado. La inercia de la derecha española, que tiene el reflejo de sacar la lengua en cuanto ve el trasero gringo –Josep Piqué debe estar todavía en sesiones de fisioterapia--, confirmaba mis mejores esperanzas.
Cuidado: sigo pensando que antes que Obama, Obama será Emperador, y que el guión, el papel y el escenario son los que son. Y que va a ser el presidente que se enfrente al peor mundo posible desde Roosevelt. Y que hasta ahora Obama ha vivido en el mundo de la abstracción, de los valores que repitió ayer ante las lágrimas demócratas. Y que cuenta con suceder al peor presidente de la historia de los EEUU que, además, deja la casa como te deja el coche tu cuñado, por seguir con los estereotipos. Pero qué quieren: ver al Presidente del Tribunal Supremo tomar juramento a un hijo de keniano y pronunciar el segundo nombre del Presidente Electo, Hussein, va a ser un regalo de reyes con dos semanas de retraso. Aunque sólo sea por estética.
La magnitud de la victoria, no obstante, tiene claroscuros. Algunos chuscos, como la victoria republicana en Louisiana, donde todavía se ven las cicatrices de un Katrina que dio el primer beso de la muerte a GW. La insistencia del corredor de los tornados en votar republicano, como en seguir haciendo las casas de madera y sin cimientos, me recordó a la victoria popular en los pueblos afectados por el Prestige. Otros son más serios. Como dijo Checa –asesor electoral especialista en sondeos del equipo de Bill Clinton, entre otros-- en Cuatro, hay que ver si realmente la victoria de Obama va a determinar la dirección unitaria del Partido Demócrata y su lugar en el espectro político o si ha sido una victoria táctica, insuficiente para cerrar según qué heridas abiertas por unas primarias hemorrágicas que ponían una sombra anticipada sobre la idoneidad del candidato electo.
También hay que esperar a ver cómo queda definitivamente la mayoría demócrata en el Senado –parece que la del Congreso está más que apuntalada—para que las iniciativas del Podemos (Yes, we can para los del plan nuevo) no se conviertan en Casi, casi. Citando una frase de Air Force One, si no puede evitar los bloqueos del Senado Obama tendrá el mismo poder que la Reina de Inglaterra. Por cierto, que me sorprendió que un tipo tan potente como Gabilondo no diera mucha importancia a esta elección como sí lo hacían otras cadenas españolas y no digamos las estadounidenses. Y eso que Iñaki estuvo, a pesar de la hora, tan fino como para sugerir, con razón, que el capital simbólico y de esperanza que ha llevado a Obama a la Casa Blanca (ojito a la ironía del oximoron) es de tal magnitud que el Presidente Electo no va a poder sino defraudar.
Luego están los escalofríos. Nadie adelantaba una israelita –sondeo a la salida de los colegios--, nadie daba un pronóstico. Estoy seguro de que todavía se recelaba de algún pucherazo modelo Ohio 2004 o Florida 2000. Aún se pensaba que los Cheneys, los Rumsfeld y sus diablillos tenían algún as en la manga. Todo el mundo estaba contenido, a pesar de que en la fiesta republicana se cantaba country pero no se daban datos a los asistentes –los fachosos siguen sin darse cuenta de que hay móviles, internet,...--, y ningún analista se mojó hasta que cayó Pennsilvania, llamada jocosamente, por algún analista demócrata en la Fox, El Álamo de las esperanzas de McCain. Quizá también por eso el estallido de Grant Park fue más explosivo. Pero todos esos miedos estuvieron ahí, como una nube, hasta casi las cinco de la mañana, hora de aquí.
Finalmente, otra experiencia personal. Cuando González cabalgó la marea del 28 de octubre del 82 en España, con sensaciones –a escala—parecidas a las de anoche, dijo una frase que a mí me heló el espinazo con un escalofrío: “gobernaré para todos los españoles”. Ayer, Obama dijo la misma frase, cambiando la nacionalidad de sus gobernados, como es natural. ¿Por qué es siempre la no-derecha (decir que González u Obama son izquierda es una hipérbole descomunal e injusta) la que dice eso? Primero, se da por supuesto. Segundo, cuando los otros suben al poder gobiernan para y por los suyos. Demonios, gobernad para nosotros aunque sea por una vez y los otros que aguanten o se adapten o se resignen, como hemos aguantado santamente los demás al trío de estúpidos más infausto de la historia reciente. Al menos, por favor, gobierne un poquito más para nosotros.
Vamos, digo yo.
Reciba un cordial saludo de su esperanzado súbdito.
P.S.: No puedo resistir mencionar a ese pedazo de política y luchadora que es Hillary Clinton, con botox y todo. Se ha dejado las cejas y más cosas para que su candidato ganase estas elecciones, suturando la tentación revanchista o diletante que arruinó a otros candidatos en el pasado y que ha hecho padecer a los demócratas una enfermedad que aún no ha sido sanada.
P.S. 2: Ojalá hubiéramos escuchado un discurso como el de McCain, el viejo soldado torturado, vencido y bajito, después de algunas elecciones en nuestra pobre provincia imperial. Pero de donde no hay no se puede sacar. Por cierto: ningún veterano de guerra ha ganado unas elecciones presidenciales desde Ike.
P.S.3 (o wii, me da igual): Es esperanzador pensar que esta elección, como decían los analistas de ambos partidos anoche, puede cerrar para siempre la cuestión racial, la historia infame que aún pende en el recuerdo de los extraños frutos del sur. Pero sólo esperanzador. Veremos.
1 comentario:
Brillante. Clarividente. "...gobernad para nosotros aunque sea por una vez..."
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