En el instituto de mi hijo ayer, 17 de diciembre, fue el "día de pellas". Un día en el que se permite que los alumnos y alumnas ronden fumando canutos por los alrededores del centro o no aparezcan por allí. Algunos profesores y profesoras acudieron al centro.
Ya en septiembre llamamos para preguntar cuándo empezarían las clases y sólo nos pudieron dar una fecha aproximada. Empezaron la tercera semana de septiembre.
Hoy van a ir al cine.
Y mañana van dos horitas a que les den las notas los tutores.
No hay puente, pasadizo, vado ni elemento meteorológico que no suponga la suspensión total o parcial de la actividad docente. En total, entre noviembre y diciembre, 26 días lectivos de 34 posibles. Ocho días de clavo, como suena.
Mientras tanto, mi hijo y sus compañeros no entienden nada de biología, por ejemplo. Y no es extraño, porque la biología depende en su nomenclatura del latín y del griego, disciplinas imprescindibles que los modernitos han decidido cargarse en beneficio de las semanas blancas troceadas en puentes diversos y las festividades de San Lápiz Mártir y San Estrés Obispo. Así, por ejemplo, si los chavales supieran que protozoo significa "primer bicho", pseudópodo "pata falsa" o cilio "latiguillo" o "cuerdecilla" no se verían ante la necesidad de memorizar nombres que, a quien no tenga ni idea de su procedencia, les parecen tan extraños como "biribis" o "catuflisma". ¿Se imagina alguien teniendo que saber que "los jorcios se pueden clasificar según su modo de locomoción en remoldillos, cariovíos y jarzuelos"? Pues eso: un sinsentido.
En idiomas no saben las vocales, pero analizan y repiten canciones pop, o aprenden a preguntar cuánto cuesta una hamburguesa. No saben lo que es un verbo auxiliar o un anomalous finite, porque no se les enseña cómo funcionan los idiomas, ni a relacionarlos con el propio, sino a repetir frases y construcciones: lo otro es antiguo. No entienden el genitivo sajón, porque no saben qué demonios es un genitivo. Pero pueden aprobar francés --mi hijo tiene un sobresaliente-- sin saber que el verbo avoir tiene la misma función que el verbo haber. Y todo eso porque hay métodos "naturalistas" para enseñar idiomas, frente a los muy esforzados sistemas antiguos de analizar los fundamentos de la gramática y memorizar las irregularidades, las normas y las excepciones.
Porque esa es otra: la memoria, en lugar de ser una herramienta cerebral a nuestra disposición gracias al trabajo de nuestros genes durante millones de años, es ahora un enemigo al que ni se nombra, como al malo de Harry Potter. No se trata de memorizar listas absurdas, ni de hacer de la memoria un instrumento de anulación de la crítica y la construcción progresiva del aprendizaje. Pero usarla para lo que sirve tampoco es tan malo. Hay cosas para las que ejercitar la memoria es imprescindible, como las definiciones o los nombres de las cosas, por ejemplo, o para situar eventos históricos que organicen el follón de fechas y épocas que tienen los niños en sus derretidos cerebros.
Y creo que todo está en función de una estupidez ideológica posmoderna que me escama y me atemoriza a la vez: la facilitación del aprendizaje y del recorrido académico. Y yo me pregunto por qué demonios tiene que ser fácil. El aprendizaje, como todo trabajo, tiene que requerir esfuerzo. Claro que se puede hacer de la docencia algo divertido --se puede explicar la inflación del universo y la curvatura gravitatoria del espacio euclidiano con un globo, o los eclipses con una linterna y tres bolas de papel de periódico--, relacionar lo que se aprende con la vida misma, intrigar, fascinar, mover a la curiosidad --es mejor enseñar las leyes de probabilidad para rellenar quinielas o no tirar el dinero jugando a la primitiva-- y fascinar con detalles y anécdotas sobre la historia --se les puede contar que César Augusto escribía con faltas de ortografía a propósito, porque decía que había que escribir como se pronuncia, y que sus textos autógrafos se parecían a los que ellos escriben en los móviles--. Pero para eso se necesita una enorme cantidad de trabajo previo del docente y me huele que los tiros van precisamente por ahí. Quiero decir que sospecho que el sistema se ha construido, no para facilitar la tarea de los alumnos, sino para ahorrar trabajo a los docentes.
En tiempos del baby-boom podía uno entender que la mayoría de los maestros se atuvieran a sistemas arcáicos de enseñanza y de disciplina: tenían que lidiar con más de cuarenta monstruitos en un aula. En la clase de mi hijo ahora son 18. ¡¡¡18!!! Y sus profesores y profesoras no son capaces de ir más allá de dictar apuntes y hacer exámenes donde hay que rellenar la palabra que falta.
En fin, menos de 30 alumnos y un calendario laboral real con unos 200 días festivos y siguen produciendo asnos sin interés, sin espíritu crítico ni curiosidad. Misterios de la vida.
P.S.: Lo de los padres y madres también tiene tela. Pero eso, para otro día. Cuando pasen estas tres semanillas de vacaciones académicas durante las cuales maestros y maestras podrán concliar y estar con sus hijos sin movilizar canguros, abuelas, cuñados o guarderías de emergencia.
Otra P.S.: sigue estando prohibido llevar al instituto un ordenador portátil. Curioso. Me pregunto si en grecia, los que tenían tablilla de cera no podían llevarla porque había que utilizar el barro húmedo "de toda la vida". Es para partirse.
1 comentario:
¿Y enviar esta entrada como una "Carta al Director" de algún periódico???
Estoy absolutamente de acuerdo ent odo lo que expones, sobre todo en lo que dices del esfuerzo. Hay un afán desmedido por criar a los polluelos en los Mundos de Yupi, en un mundo irreal en el que no hay esfuerzo ni fracaso. Así no estamos preparando hombre y mujeres fuertes que se enfrenten a lo que les depara la vida. Flaco favor estamos haciendo tanto padres (que tambien tenemos muchisima culpa) como profesores.
Pienso que ante la falta de educación generalizada de padres y como consecuencia directa de sus hijos (y lo sé porque en estas fechas más que nunca, tengo que enfrentarme a eventos infantiles varios como títeres, teatros y cuentacuentos...no tengo que explicar quienes son los que se cuelan, hablan durante la función o interrumpen constantemente al pobre mago contratado por la juntadedistrito, los profesores han tirado la toalla.
Algunos padres les dan la función que ellos no cumplen, la de educar. Los maestros pueden enseñar, pero la labor educativa debemos forjarla en su entorno familiar, los valores y los mínimos de respeto y humanidad se los deberian llevar de casa bien aprendidos y claro, si no partimos de ahí, dificilmente conseguiremos que padres y maestros esten en una misma linea.
Vamos, digo yo!! ;)
Publicar un comentario