Siempre he sospechado de quienes se rasgan las vestiduras. Recuerdo a un estúpido escritor de libros en serie que se ganaba la vida "analizando publicidad subliminal", lo que se traducía en muchas horas remuneradas exponiendo cómo veía penes en la sombra de un balcón o la palabra sexo en los juegos de luz de unos cubitos de hielo. Recuerdo aquél censor que vió un incesto donde había un adulterio. Y recuerdo cómo un presidente de gobierno --me disculparán que no lo ponga en mayúsculas: es que me da la risa tonta-- me mintió personalmente a la cara y empleó insultos indecibles a los que apoyábamos el fin de la Guerra de Irak, la retirada de las tropas y la exploración de una solución dialogada al conflicto vasco. Si extendemos el caso a la Comunidad de Madrid, podría verse cómo se rasgan las vestiduras los pseudodemócratas que privatizan lo que les da la gana, que recortan los presupuestos de la Universidad Pública, que con sus acusaciones falsas han destrozado la carrera --y casi la vida-- de unos profesionales de la medicina sin que sus acciones hayan tenido consecuencias, que utilizan la televisión pública de una manera que hubiera avergonzado a Goebbels, que trincaron unas elecciones a cambio de un ladrillazo...
Estos son los que se rasgan las vestiduras porque el Alcalde de Getafe ha dicho que no sabe "cómo hay tanto tonto de los cojones que vota a la derecha". Dejando a un lado la corrección de su expresión, me gustaría matizar dos cosas sobre estas declaraciones:
1. No creo que la estupidez de los que votan a estos sinvergüenzas políticos se limite a los genitales y mucho menos a los que sólo poseen éstos en su variante masculina. El que vota a estos --y estas: empleo el neutro, que en castellano se confunde con el masculino-- filibusteros que cogen lo de todos y se lo dan a unos pocos, a estos que dicen mentiras ante un micrófono negando la realidad, a los que cuando cometen una barbaridad y les pillan responden con el silencio hierático --modo Piqué-- o niegan la evidencia usando la reserva mental --modo Opus--, a estos que creen que todo es suyo y que la democracia confiere la propiedad de lo público... El que vota a esta gente, señor Alcalde, no es tonto de los cojones. Es tonto (o tonta) del todo. Completa y totalmente estúpido/a.
2. No creo que deba usted disculparse sino por las formas, haciendo hincapié en que estaba usted en una reunión con unos vecinos del pueblo. Porque el fondo, señor mío, es intocable. Los rasgadores de vestiduras han deslegitimado a los votantes de izquierda desde julio de 1936 hasta ahora. Ponen a niñatos engominados --que sólo por accidente no se llaman Santiago-- a decir que el Ché era un canalla. Han tratado al Jefe del Estado, a los representantes democráticos de la izquierda y a sus votantes como basura de intercambio. Han utilizado a los muertos del 11 de marzo como excusa para mentir sobre una trama deslegitimadora de las elecciones libres. Han ido a una guerra, señor Alcalde, sin la legitimidad necesaria. Los que les votan, además de ser tontos lo son reos de estulticia, en mi opinión.
La derecha siempre ha tratado de gobernar para ignorantes, para incultos, para ciegos y sordos, para inmóviles, diletantes o mudos --entiendan que son metáforas y no hacen referencia a discapacidad alguna, podríamos llegar. Y ya está bien. En mi opinión, quien vota a la derecha es tonto, coño, pero tonto del todo, sin remisión y sin remedio.
Si no, hagamos la prueba fuera de nuestro pequeño kiosko local. Las grandes empresas del automóvil piden una enorme suma de dólares y anuncian que, unavez recibida esa suma, su primera medida será despedir a 20.000 trabajadores. Y tragamos todos. Ni un editorial sobre el asunto. Ningún analista económico preguntándose qué coche (y qué comida, y qué otros objetos que beneficien a otras empresas) podrán comprar las 20.000 familias, más los cientos de miles sobre las que repercutirán esos despidos. Nada.
Pues si esos 20.000 trabajadores y trabajadoras votasen republicano yo, señor Alcalde, les tomaría por tontos. Y lo harán. No le quepa duda de que lo harán. Porque el número de estúpidos siempre está muy por encima de las estimaciones.
Vamos, digo yo.
P.S.: ha pedido disculpas y eso le honra, señor Alcalde. Ha sido usted más rápido que los políticos y corifeos que llamaron asesino, terrorista y amigo de los terroristas al Secretario General de su partido, a la sazon Presidente del Gobierno y, con ello, a sus votantes.
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