jueves, 30 de octubre de 2008

Llamazares el Bullidor y la Izquierda Hueca.

Cuando hay un futbolista sobre el campo que no para de correr, aunque sea sin rumbo y luego no dé un pase acertado o no marque un gol, se dice de él que es “muy bullidor”. El público, claro, le reconoce el esfuerzo, pero sabe que su única virtud es la de correr de un lado para otro. En realidad, bullidor es un eufemismo: significa esforzado, pero inútil.
Viene esto a cuento porque el martes estuve en la presentación del libro que han escrito, como diálogo, Almudena Grandes y Gaspar Llamazares, editado por Rafael Sarró y publicado por la Editorial Antonio Machado. Y durante todo el acto no sentí sino perplejidades. Y digo perplejidades porque fueron varias, algunas de ellas jocosas.
La primera perplejidad fue la edad media (nunca mejor dicho) de los asistentes al acto. A mis cuarenta y cinco, me sentía como un alumno de primero de carrera en una reunión de decanos de los antiguos, de los que hacían de jefes de Don pantuflo Zapatilla. Al final agradecí solidario la relativa brevedad del acto, porque no pensaba que tanta próstata castigada pudiera resistir más de la hora y cuarto, aproximadamente, que duró la presentación.
La segunda fue constatar que, a pesar de estar acostumbrado a analizar y maravillarme con los milagros lingüísticos y el poder irónico de los signos, el destino había vuelto a jugar con llamazares: la única cámara de televisión, el único micrófono, tenían el logo de “Caiga quien Caiga”. Llamazares es un buen hombre y, a veces, digno de conmiseración y empática solidaridad. Dos características nefastas para un buen político. Y encima, eso.
La tercera fue que él mismo había elegido como espárrin de su socrático –no platónico, como el joven presentador del acto declaró—libro-diálogo a Almudena Grandes. Yo la consideraba una de las escritoras más sobrevaloradas de la historia de la literatura en castellano, afortunadamente a partir de ahora la consideraré también una intelectual fallida, monocorde y tan profunda y penetrante de pensamiento como una broca de plastilina. Como conozco a Gaspar, creo de veras que no la eligió para dar más brillo a su figura y a sus exposiciones. Pero es uno de los efectos saludables del libro.
La cuarta fue la sarta de animaladas, estupideces y lugares comunes, acompañadas del correspondiente autoflagelo que tuve que escuchar hasta que habló el propio Gaspar. Se dijo, por ejemplo, que la nueva sociedad había operado un “cambio antropológico” (sic) al que la izquierda “no puede responder, no ya con ideas y argumentos de hace dos siglos, ni siquiera con ideas y argumentos de hace quince años”. Idea que repitió la señora Grandes con entusiasta y poco meditada fruición.
Y esto es notable estupidez, en mi opinión, por tres razones: la primera, porque las ideas no tienen vigencia cuantitativo-diacrónica; compruébese si no el éxito despiadado y continuo de budistas, católicos o, ya que estamos, del capitalismo. Son tres o cuatro, son claras, y en el mejor de los casos llevan vigentes más de dos siglos y medio. La segunda porque no conozco más cambio que los cambios antropológicos. Es posible que los haya de otro tipo, pero no me interesan, porque un servidor no es un delfín, ni un mapache, ni un pino piñonero. Que los marxistas sigamos pensando que los cambios sociales son por definición cambios antropológicos, que la frontera entre ambas definiciones de campo es académica, es culpa de Lévi-Strauss y otros rojos a los que ya nadie lee porque escribieron hace más de quince años. La tercera, pero no menos importante, porque resulta que los que tenemos memoria y somos del plan antiguo, sabemos que la izquierda no fracasó por ser una izquierda inadaptada, sino porque precisamente se adaptó y por eso dejó de ser izquierda, renunciando a sus herramientas de análisis, a sus acciones de cambio y a la movilización a cambio de conquistas burguesas que, ahora, están en peligro.
Se presumió mucho en el acto de autocrítica, de asunción de errores y de derrotas deprimentes. Pero no se llegó al fondo de la cuestión: la izquierda dejó de ser marxista. Y con ello dejó de ser izquierda.
Arrear palos a los ultraortodoxos del PCE no va a arreglar nada. Aceptar la democracia burguesa de forma acrítica, poner las esperanzas de la refundación en el republicanismo del que fue fiel devoto el mismísimo Zapatero y presumir de que el espacio de la izquierda es compartido por más personas que votantes sólo da para una poética, no para una política. Llamazares me cae bien por eso, porque es un poeta. Pero de político, nada. Y así le (nos) ha ido.
Y “tratar de llegar” a esas bolsas de gente alternativa, activa, ecologista, concienciada “en su propio lenguaje” es la otra enorme estupidez, la más descomunal: un partido no puede hablar a sus votantes como ellos. Como un adulto no puede presentarse ante sus hijos adolescentes y sus amigos y emplear expresiones como “chachi”, “guay” o “mola mazo”. Porque canta y se ríen de él. Un partido tiene que liderar el lenguaje. Tiene que liderar y poner por escrito la ideología que guía el análisis, la acción y la corriente política. Un partido tiene que atraer con principios, solidez y con una identidad basada en unas ideas inconmovibles e irrenunciables adaptando, sí, la praxis, pero no el análisis. Nada de simplificar. Nada de ideas sencillas, nada de acercarse al votante en su terreno. A estudiar, a juzgar, a actuar. A complicar las cosas.
Porque un pobre es pobre sin internet y con internet. Y un capitalista salvaje y protodelincuente lo es con y sin teléfono móvil. Y un hideputa lo es con muro y sin muro de Berlín.
Vamos, digo yo.
(La pena es que Llamazares se nos va. Y es un tipo muy bullidor, de los que la afición siempre se apiada. Claro, que yo prefiero a Guti o a Curro Romero).

P.S.: De hecho, todo este ladrillo Forges lo explicó mejor en menos tiempo:

http://www.elpais.com/vineta/?d_date=20081029&autor=Forges&anchor=elpporopivin&xref=20081029elpepivin_1&type=Tes&k=Forges

martes, 28 de octubre de 2008

Estúpidos, cultura y desfachatez.

Vivimos en una región cultural en la que los estúpidos no sólo no se esconden, ni se avergüenzan de su estupidez, sino que ocupan titulares, horas de programación y no digamos puestos de responsabilidad privada y pública.
En cualquier día, hay tantas estupideces en las páginas o imágenes de todos los medios que es casi imposible hacer un seguimiento. Precisamente ahí radica su poder, en la saturación.
Por ejemplo: un ejecutivo de Antena3, ante el fracaso mayoritario de audiencia de las nuevas series estrenadas en las televisiones, dice que el público “cuanta más oferta, se vuelve más conservador”. Claro que si dijese que los nuevos estrenos son una porquería no trabajaría más en el medio, y uno tiene hipotecas que pagar. Eso lo entiendo. Pero entonces uno responde con una evasiva (“lo estamos estudiando”) o acepta parte de la reponsabilidad, sin azotar a sus borreg... a sus públicos (“quizá no hemos conectado con nuestros públicos de la manera que esperan”) o, finalmente, puede callarse. El silencio está muy infravalorado.
Por otro lado, amigo mío, no hay más oferta: si uno pone series los jueves, todos ponéis series los jueves. Si ponéis película el sábado, todos a poner película el sabado... Y así. Lo que no hay es una oferta arriesgada de contenidos, profundos, innovadores, alternativos. Porque en España no veríais un guión como el de Dexter sin horrorizaros. O un programa que no sea concurso o del corazón sin llevaros las manos a la cabeza. Y no hacéis sino adaptar –regularmente, en ambos sentidos-- ideas made in USA. Y lo digo por experiencia (sé que lleváis encargando el guión de un House a la española más de año y medio). No sabéis de televisión, de mercado ni de públicos, porque no investigáis. Pero largáis tonterías y, lo que es más sorprendente, las publican.
Luego están los de la campaña de las Nuevas Generaciones del PP (nombre que, de por sí, ya me levanta un sarpullido: ni son nuevas, porque los pijos fachoides son tan invariables como la velocidad de la luz en el vacío, ni son generaciones, porque no se reproducen: se clonan. Si no, es pecado): “ZP nos deja en pelotas”.
Ni crisis mundial ni neocon depredadores, ni virus criptocapitalista, ni fascismo especulador... Nada: ZP. Lo que explica por qué no va a la famosa cumbre: es el culpable, ni más ni menos, que de la crisis global. Jolines, como para dejarle entrar en la reunión. Deberían juzgarlo por crimen de lesa humanitas en Ginebra. Digo yo.
Eso nos lleva a los publicitarios que creen que adaptar a la política las normas y la creatividad publicitaria de mercado se puede hacer sin cometer estupideces. Por ejemplo, la propia marca ZP para un presidente al que la derecha nunca reconoce legitimidad –faltaría más: ellos siempre quieren ser el Califa en lugar del Califa—y cuyo mayor mérito de imagen es conseguir, discurso tras discurso, no ofender a los curas, aceptar las directrices de la banca y mover las cajas invisibles en un atril desangelado. Pero qué gracioso es lo de ZP.
No nos extrañemos, por tanto de que unos estúpidos reunidos en una casa para que su nada sea observada siga en la parrilla de programación. Ni que un ente faescista (y protofascista en modos, medios y realizaciones) como la Aguirre sea votada mayoritariamente. No nos extrañemos de la cara de idiotas que se nos queda viendo los anuncios de automóviles (de hecho, se dirigen a otros publicitarios, para que en las fiestas les den palmaditas en la espalda sus futuros despedidores).
Digo que no nos extrañemos porque somos un atajo de estúpidos. Y los estúpidos hacen estupideces.
Lo que no hacemos algunos es presumir de nuestra condición. Cuando se alardea, siendo Aznar, Zaplana, Acebes o Mercedes Milá, se incurre en la desfachatez.
Y eso no.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Izquierda (¿Qué Izquierda?) y Comunicación.

En los años 70, cuando alguien se declaraba "apolítico" todos sabíamos que era un fascista o un franquista que no se decidía a salir del armario. En los 80 y 90, cuando alguien decía que había acabado la historia, sabíamos que era un fascista vestido de yuppie mamando de la vaca reaganiana. Ahora, cuando alguien declara que la frontera entre derecha e izquierda se ha difuminado, algunos sabemos que lo que ocurre es que en la escena pública la izquierda no existe y el que lo dice es el hijo o el nieto del "apolítico" setentero.
He estado en unas cuantas reuniones estratégicas como asesor de comunicación para distintos partidos políticos autodeclarados de izquierda. Y siempre me ha producido una enorme perplejidad ver cómo todos se afanan por conseguir el voto de la derecha, en lugar de buscar y afianzar el voto de izquierda. Hasta que caí en la cuenta de que el problema es doble: comunicativo e identitario. Son dos caras de lo mismo. Trataré de explicarlo:
La izquierda fue víctima de la invención de la publicidad y la comunicación de masas, si no inventada, al menos sí perfeccionada por los movimientos fascistas post-crack del 29. La derecha siempre ha comunicado igual. Ideas simples, consignas en lugar de razonamientos y construcción de universos simbólicos en los que uno siempre tiene la razón de la pureza y la fe --en lo que sea-- frente a los enemigos exteriores, torvos, inmisericordes y amenazantes.
Cuatro o cinco frases repetidas hasta la saciedad, un enemigo claro y definido y el desprecio por el razonamiento y el diferente: esa es la receta para hacer que en el mundo de la derecha todo sean verdades absolutas. Cualquier asno es capaz de entender lo que diga un Hitler, un Franco, un Bush o una Aguirre. O un Colgate, vamos a poner.
Frente a esta simplicidad, funcional, pragmática y barnizada con Grandes Valores irrenunciables, la izquierda siempre ha ofrecido análisis más complejos. La izquierda, especialmente la izquierda post-industrial, tenía que ser semioclasta, es decir, desenmascaradora de los significados complejos y ocultos de lo que se vendía como cápsulas ideológicas de fácil digestión. De ahí que nuestra República y, en general, todos los movimientos de izquierda, hayan luchado históricamente por extender la cultura y la educación. Es muy difícil ser de izquierda. Hay que analizar, leer, atender a las noticias, saber cómo piensan los que detentan (sí: detentan) el poder o los poderes, conocer los mecanismos de la sociedad, de sus representantes, tener nociones de economía, de interacción entre fenómenos aparentemente diversos... Vamos, un curro. Y además, te amarga la vida.
En resumen, cuando la izquierda decide comunicar de manera simple, sencilla y notoria, está jugando fuera de casa, con reglas ajenas y en desventaja numérica. Por eso siempre da la sensación de que la izquierda se comunica mal. Y no es eso, es sencillamente que la izquierda no puede comunicar como la derecha, porque no piensa igual, porque no es igual... Hasta ahora. Porque resulta que luego está el problema identitario. La transición y la decisión histórica de la izquierda mayoritaria de abandonar el marxismo trajeron consigo la "izquierda EL PAÍS". Es decir, declarar el liberalismo de mercado como verdad universal y ser "progresista" en las llamadas cuestiones sociales. Divorcio y aborto, sí; socialización de la banca, ni mentarla. Fiestas de Carnaval sí; propiedad estatal de los servicios públicos, ni hablar... Y así todo.
En este panorama, la izquierda pasó de ser una propuesta de cambio de la estructura social a ser un barniz compasivo --en esa palabrita se basó la primera campaña de G.W. Bush, para que vean-- que paliara los efectos del capitalismo ahora ya sin brida.
En resumen: la izquierda no puede comunicar porque no sabe y comunica como la derecha porque ha dejado de ser izquierda. Siempre se puede ser Izquierda (haha) Unida (haha). Pero entonces estarás fuera de juego o acabarás pactando con el PP. Las reglas siempre las marcan "ellos".
Digamos de paso que esta sutura de salvajismo de mercado con maquillaje en España se ha llamado "centro". Y se considera que su bolsa de votos es la que da y quita mayorías. La persecución del voto del centro ha sido y es un Dogma al nivel de la Transubstanciación: no sólo hay que creérselo sino que, además, es un misterio. Porque el centro no tiene perfil. Nadie es capaz de perfilar al votante de centro. Pero se sabe que existe porque es muy sensible a la comunicación simple, directa y sencilla. Para mí esto es una demostración clara de dos cosas: que la gente de centro es de derecha y que los que buscan su voto tienen que parecer que lo son, aunque sea un poquito.
En España, la derecha ha recuperado su peso gracias a que se hizo de derecha, pero bien. Si Aznar y sus acólitos no hubieran hecho de la mentira y del desprecio a la dignidad una norma casi deportiva, ahora seguiríamos con gobernantes faescistas instalados en una cómoda mayoría absoluta. Lo que pasa es que, como buenos neocon, neoliberales y neofascistas, no pararon de morder hasta que se amputaron a sí mismos por error. La izquierda, por el contrario, ha perdido votos a medida que dejaba de serlo.
ZP (hay que joderse con los publicitarios metidos en política) y los suyos no se presentan ahora como izquierda. Ni siquiera ahora, que todos los de la corbata y el Tocomocho global han dado la oportunidad a la izquierda de, al menos, decir "ya os lo decía yo". La SER ha cambiado el Hoy por Hoy de Gabilondo por una revistilla de variedades presentada por un socio del Barcelona --lo digo porque él lo recuerda cada día, vete a saber por qué-- a quien esta mañana he escuchado decir de la crisis entre UPN y el PP que es "una passada", ossea, ¿sabes? En plan...
IU está inmersa en el proceso de repartirse la nada y los sindicatos, con el culo como la bandera de Japón, aguantan el tipo mientras el presidente de la CEOE saca músculo y EREs.
Joder, yo soy de izquierda. ¡Qué vida!

sábado, 18 de octubre de 2008

Dos Experiencias Personales y una Perplejidad.

Me dicen el otro día --y leo luego en el foro de El País-- que siempre somos los ateos los que ponemos a parir a la Iglesia. Vale. Es cierto. Sobre todo los que nos formamos bajo la tutela de la institución tenemos esa tendencia. La explicación es muy simple: lo que la Iglesia dice pretende que afecte a todas las dimensiones de la vida de todos los seres humanos. Así que sólo por eso ya me siento concernido.
Vaya por delante que me parece --bueno, y tengo documentado-- que la creencia acrítica y aproblemática se corresponde con la incultura. Y me parece que eso lo sabe cualquiera, dentro y fuera de la Iglesia, que tenga una cierta formación y no sea un redomado asno como Monseñor Rouco Varela. Así que el primer sofisma que se puede derrumbar es el hecho de que la llamada "cultura", la formación, lleve al ateísmo. Lo que lleva es a no comulgar ruedas de molino. Luego los procesos que llevan a creer o no creer son más de tripa para dentro. Y esto es lógico porque para una persona formada todo es complejo, todo es susceptible de análisis problemático y de crítica. Las dictaduras, la publicidad y los nazis (esa maravillosa combinación de ambas) son siempre partidarias de las fórmulas simples. Reducir, como ha hecho Monseñor, el fenómeno del nazismo a la laicidad de la sociedad industrial no sólo es falaz: es de burros, de iletrados, de ignorantes o --miedo me da-- de malvados.
Pasemos por alto el hecho de que una parte de la derecha católica puso a Hitler en la Cancillería, no discutamos las cuestionables y cuestionadas acciones y omisiones, quizá más graves, del próximo Papa San Pío. Pero pasar por alto la Cruzada Católica que Franco encabezó bajo palio y de la que aún nos llega el olor de los cadáveres, eso sí que no. Bromas las justas. Claro que seguramente Monseñor Rouco subrayaría las diferencias entre un fascismo y otro.

La otra experiencia personal no tiene nada que ver con el enfado, sino quizá con la nostalgia democrática. Piden en la SER que enviemos preguntas para una entrevista a Esperanza Aguirre. Mi pregunta (impublicable, ya lo sé) era: "¿Es que no tiene usted dignidad, señora? ¿Es que no tiene dignidad?"
Un viejecito al borde de la muerte le hizo esa pregunta a McCarty y sus acólitos. Esa pregunta causó una sacudida tal de conciencias en la comisión del Senado, en los medios y en la opinión pública que encabezaba aquél siniestro cazafantasmas puritano y cejijunto que arrancaron de raíz los cimientos de la caza de brujas. Esa pregunta reforzó la ahora imaginaria superioridad moral y profundidad de la democracia. Esa pregunta datan, claro está, de los años 50. Dudo que quien seleccione las preguntas que se destinarán a la presidenta ilegítima de la CAM entienda siquiera que no la envió un loco --creo...--.

Y ahora la perplejidad. ¿Le parece a alguien que Mariano Rajoy cree en algo? Ya no digo en las sandeces y faescistadas que repite como un muñeco de cuerda según toque. No digo en esa patria de la que oía la aflicción, de esa Navarra en venta, de esa ETA disfrazada de yihad, ni ninguna otra obra de ficción guionizada por el del corsé rojo. Digo en cualquier cosa. La que sea. Porque igual ese tipo llega un día al Gobierno y prefiero a los malos con relleno, la verdad.
Pero ni comparación, oye.

martes, 14 de octubre de 2008

Al fin, buenas noticias.

Definitivamente, cada europeo va a pagar entre 5.000 y 11.000 € (según estimaciones: o sea, que será más) para salvar a los pobres hombres ricos y a los bancos víctimas de su toco-mocho. Ya se escucha el júbilo, las alegrías y cuchufletas de los Pantuflos del parqué. Las ovejas escuchan el alborozo de los lobos.
Ahora bien, habría que extraer, de la premisa de la intervención, el silogismo correspondiente: Cuando el ciclo vuelva a remontar, me imagino que los que hemos comprado con nuestro dinero esa parte de los bancos seremos los felices poseedores de las acciones correspondientes por el importe de lo que hemos desembolsado. ¿no? Es decir: el banco se arruina, le doy el dinero, da beneficios, comparte los beneficios.
Este ejercicio de ingenuidad lo hago a propósito, claro. Porque el hecho es que los bancos nacionalizados ahora --o "intervenidos", que es el mismo desgarro, pero con vaselina-- volverán a manos privadas cuando vuelvan a ser negocio. Como ocurrió con Iberia, Telefónica, Argentaria... Entonces los compañeros de pupitre, los poceros y sus concejales volverán a su sitio, seguirán los salarios de miseria y los faescistas volverán a entonar los te deum a mayor honra y prez del liberalismo contra los progres trasnochados que seguimos pensando que el dinero y la propiedad deben ser de todos.

Rojo que es uno, y además, tonto. En fin...

P.S.: no crean que he sido muy demagógico. Sé que lo que ha puesto el Estado es la garantía que garantiza que el banco sea capaz de devolver el dinero de nuestros depósitos e inversiones. No todo, claro. Sólo una parte. Y que no es lo mismo que repartir acciones. Mi pregunta es: ¿y por qué no se reparten acciones? Lo dicho, preguntas tontas de un marxista lleno de telarañas. Menos mal que cuernos no llevo. No todo puede ser malo.
Perdón por extender el post. Pero acabo de enterarme de que el oro de inversión está exento de IVA. Los libros no. Toma demagogia barata y trasnochada. Que aproveche.

jueves, 9 de octubre de 2008

Los prefijos y la ideología de la mentira.

Los prefijos son un elemento lingüístico muy menospreciado. Creemos que la cultura y aun la ideología suelen residir en los radicales. Y, aunque comprendemos muy bien lo que puede variar un sufijo (no es lo mismo cabrón que cabroncete, por ejemplo), solemos dar de lado a las partículas que, antepuestas a una palabra, la varían y, a veces, la desfiguran.
Uno que me gusta mucho porque se usa mal es Neo-. Significa nuevo pero, curiosamente, se emplea como "ligeramente distinto" o "distinto" sin más, algo o alguien que ha evolucionado para ser diferente a su caraácter original. Así, por ejemplo, se llama "neofascistas" a los fascistas de toda la vida pero más jovencitos. Defienden lo mismo que sus ancestros --que rima con cabestros: la lengua es un tesoro lleno de armonías sutiles, que diría un medieval-- y tratan de imponerse con los mismos medios. No sé qué tienen de nuevo.
También se llama "neoconservadores" a los conservadores de toda la vida que se han vuelto más codiciosos si cabe, que cabe. si se han hecho más codiciosos, más descarados y encima presumen de sus catastróficas estafas podríamos llamarles, bien "re-conservadores", "requete-conservadores" o "hijos de perra", que sería lo más normal porque son los mismos perros pero con distintos collares. Claro, que en los medios quedaría fatal decir recón --que también rima y califica per especulum et in aenigmate--, o hipe, que suena como mal, ossea, oyesss...
También se usa raro el prefijo para-, "imitación". Cuando se aplica al sustantivo militar es muy gracioso, porque describe una organización que es militar en todo, estructura, mando, tácticas, logística, etc., menos en el nombre. Simplemente hablamos de organizaciones paramilitares cuando describimos organizaciones opositoras demasiado numerosas, poderosas y establecidas como para no rebajarlas al nombre de terroristas. O sea, que aquí viene de "paralelo" y no de "imitación".
¿Qué decir de las paraciencias? Aquí para significa "mala imitación" y legitima el que la comunidad científica se encoja de hombros ante fenómenos que todo el mundo sabe que existen pero se niegan a investigar --al menos de cara al público. Si dices que el problema es que la ciencia sólo puede investigar científicamente aquello que la ciencia decide que puede ser objeto de investigación científica, te miran raro. Y con razón: bastante difícil es ya conseguir las subvenciones como para mencionar a Gödel. Ahora bien, el dinero lo cambia todo y puede con los prefijos: antes la acupuntura era paramedicina. Ahora que los chinos son un mercado y no una panda de rojos peligrosos --o no sólo-- ya es "medicina tradicional oriental". Chúpate esa.
Lo paranormal es otra cuestión. Porque a todos los fenómenos que se califican así no se consideran "anormales" o "poco normales" o raros simplemente. Y no se sabe si se trata de fenómenos que hablan de una realidad paralela o de una realidad imitada. Lo cual es más inquietentemente metafísico que un poltergeist. A mí por lo menos me inquieta más. Quizá porque los poltergesit que he visto han sido amables, no lo sé. Por ejemplo, no sé si la intervención de Soraya Sáenz de Santamaría en 59 segundos fué paranormal, anormal o poco normal. A mí me pareció neo-obscena, pos-mentirosa y para-política.
Si es que los prefijos los carga el diablo.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Economía para Dummies (II) y otras cosillas.

Los bancos y las empresas entran de vez en cuando en crisis de beneficios. Es decir: ganan menos que el año o el trimestre precedente. Eso no quiere decir que ganan menos. Sólo que han ganado menos que antes, pero han ganado.
La naturaleza vírica del capitalismo, que explota recursos y seres humanos hasta que ya no tienen nada que ofrecer y entonces cambian de territorio, ha impuesto como dogma económico que los beneficios deben crecer siempre. Siempre.
Esto, que en la mal llamada Edad Media era un sacrilegio y se castigaba con la hoguera, se llama codicia y y su herramienta es la usura. Pero a partir de los 80 se llamó fin de la historia. Y a los infames y asesinos codiciosos se les llama ahora ingenieros financieros.
Estos expertos, conocidos por forrarse a costa de no dar ni una en sus previsiones cuando hablan en público y por amarrar yates con fulanas en privado, vieron que había una bolsa de gente que aún no tenía relaciones con los bancos, y cuyo dinero estaba “inmovilizado”. En realidad, como ponen esos nombres, no se dieron cuenta de que los pobres mueven mucho el dinero. Lo que no hacen es guardar lo que sobra, porque no sobra.
Así que esos “ingenieros” cobraban una pasta infame como consejeros de entidades financieras y bancarias, y presionaron a sus muchachos para conceder créditos a personas que jamás podrían devolverlos. Pero hasta que el sistema explotase –porque no se puede prestar a quien no te va a devolver: la demostración de este teorema ha valido algún premio Nobel de economía—ellos iban guardando la pasta de sus contratos estratosféricos en algún banco suizo, de las Islas Caimán o de vaya a saber dónde.
Volverán cuando todo haya perdido todo el valor. Comprarán empresas y bancos a precio de risa y volverán a encontrar células a las que infectar y destruir, como un virus.
Ahora toca rescatar a las empresas y bancos dejados sin sangre por esos vampiros con nuestra pasta (¿cuál si no?: no hay otra). Y hasta los faescistas aplauden este atentado contra el liberalismo económico. Viva la socialdemocracia para los ricos.
Mientras tanto, Fanta les dice a los jóvenes que “no se compliquen”. Claro: si se complicasen alguno iba a pasarlo mal. En una época nos complicamos y nos dieron bien dados.

Ahora, un poco de vocabulario básico.

Desviación de Fondos: Robo cuyo botín (con perdón) excede los 600 millones de Euros.
Ingeniería Financiera: Toco-Mocho aplaudido, teorizado y justificado por los Think-tank del liberalismo.
Medidas para fomentar la Recuperación de la Inversión: Chantaje por el cual si no les das lo que piden cierran su empresa y te dejan en el paro.
Hipotecas sub-prime: Endeudamiento de los pobres para que los ricos hagan dinero a costa de los que no lo tienen.
Emisión de Liquidez por los Bancos Centrales: Timo de la estampita, consistente en decir que un Euro vale un Euro y lo que compras con él, también. No es cierto.
Deslocalización: Traslado de las empresas a países donde no hay sindicatos y pueden trabajar niños, con sueldos ridículos.
Liberalismo: Sistema económico para cuando las cosas (les) van bien.
Socialdemocracia: La voz de su amo.
Despido libre: Santo Grial.
Sindicatos: Satán, el Enemigo, aunque domesticable.
Nota al pie. Después de publicar la primera parte de Economía para dummies en la que comparaba el origen de la crisis con un casino, leí esto:
"FEKETE Antal, Cuando el ser humano se enfrenta a riesgos creados por otros hombres (incluyendo el gobierno) no podemos hablar de especulación, sino de una apuesta. Se está dispuesto a arriesgar el dinero en predecir eventos futuros que sólo en apariencia suceden de manera aleatoria: están preparados por el dueño del casino en su propio beneficio (…) Los riesgos que confronta [el ser humano con la variabilidad del tipo de interés y del tipo de cambio] no son riesgos creados por la naturaleza sino por el hombre. Utilizamos “creados por el hombre” en su sentido más amplio, incluyendo las manipulaciones del gobierno y del banco central. Si comparamos el gobierno con el dueño del casino (¡Ojalá lo fuera!, N. del A.), entonces los especuladores son quienes apuestan. El gobierno crea los riesgos de manera artificial. What Gold and Silver Analysts Overlook (2006)."

martes, 7 de octubre de 2008

Ite Misa Est.

Ignoro si la prensa, habitualmente tan torpe para dar noticias de la Santa Sede como ésta a la hora de comunicar su mensaje, ha reseñado en su contenido correcto y en su contexto. Seguramente no. Pero no puedo resistir la tentación de comentar algunas palabras que he escuchado textualmente en algunos informativos italianos. Y las homilías del Papa durante la inauguración del Sínodo de Obispos me han dejado perplejo cuando ha achacado la crisis económica global “a esta sociedad que ha matado a Dios”, etc...
A mí este Papa me tiene un poco confundido. Y escamado. Normalmente me escama la gente que ha sido Inquisidor General, pero esto es un prejuicio muy particular. No obstante, comprendo su preocupación fundamentalista, es decir, su vuelta a los fundamentos. La misa, de culo y en latín. La Biblia, al pie de la letra. Los sacramentos, como Dios –y él—manda. Todo eso lo puedo entender porque en tiempos de zozobra y amenaza la primera tentación es volver a los orígenes. Parece que para él y para su antecesor la Iglesia perdió su identidad en el Concilio Vaticano II, se mezcló con rojos y hippies, alimentó el sueño de los laicos de guiar las corrientes pastorales al unísono con el signo de los tiempos y así perdió su verdadera identidad. Eso lo entiendo, porque vendría a ser como esas parejas que tratan de suturar su amor tratando de revivir la noche de bodas en una imposible segunda luna de miel.
Lo que no comprendo es que esto le valga para todo. Para analizar la crisis económica, para hablar de las nuevas tecnologías, para criticar las relaciones sociales nacidas en el marco de la comunicación global... Me pregunto si pide el café reafirmando las decretales de Trento.
Tampoco veo mucho el que achaque los problemas contemporáneos a una sociedad que ha “matado a Dios”. Me parece que el problema que tiene la fe católica es de márketin o, más precisamente, de cuota de mercado. La gente no parece que crea menos en Dios. Lo que parece es que la marca Católico Apostólico Romano está fracasando, es decir: la gente no cree menos en Dios, sólo que ae ha apuntado a otros o a otras modalidades (pienso que el producto inicial viene a ser el mismo). Es más: hay religiones que incluso consiguen que sus fieles se inmolen en el nombre de su dios, cosa que la Iglesia Católica no ve desde sus viejos buenos tiempos.
¿Y si el Dios católico volviese a ser el dios de los pobres? ¿Y si fuera el Dios de Misericordia que tantos católicos creen que es, independientemente de lo que opine la Suprema? ¿Y si criticase con tanta fiereza como Juan Pablo II un sistema económico que hace más ricos a los ricos y más miserables a todos los demás? ¿Y si apoyase la labor de tanta gente comprometida, en su nombre, con los necesitados, los enfermos, los excluídos?
Claro que anatematizar a banqueros y políticos es mucho más complicado que bramar contra intelectuales, curas de apie y filósofos. Y más barato.

Addenda.

Hace poco nombraron al “Jefe”, como lo llamó un colega, del Poder Judicial, que se bendijo a sí mismo vía Rouco en una misa oficial. Preguntado nuestro Ministro de Justicia, en la SER, dijo algo así como “yo respeto su creencia y ésta no tiene por qué afectar a su trabajo. Como mi laicidad no tiene por qué interferir en el mío”. Más o menos.
Sr. Ministro: laico no es el practicante. Es el miembro de la grey que no ha adoptado hábitos ni órdenes. El juez en cuestión es tan laico como usted. La sociedad laica no tiene por qué ser arreligiosa. Lo que tiene que hacer es velar porque los poderes del Estado no lo sean. Y otra cosa: personalmente creo que hay que respetar y defender el derecho de todo creyente a sostener sus creencias y a llevarlas a la práctica, mientras éstas no conculquen la Ley. Pero la creencia en sí misma no tengo por qué respetarla en absoluto. Faltaría más. Como para respetar el ideario nacional-socialista, por ejemplo.

jueves, 2 de octubre de 2008

La Conspiración Mundial que Nunca Fue.

Llevo algunos días sin escribir porque es difícil elegir cuál de los absurdos, estupideces o terrores elegir para diseccionar así, por encima.
No sabía si reirme, con lágrimas amargas, de la campaña para el "Respeto al Maestro" que propone como modelo a un personaje de ficción --personalmente, hubiera preferido al sr. Miyagi--: debe ser que no hay modelos de profesor respetables de carne y hueso. Por cierto, Obi Wan fue profesor full-time de Darth Vader/Annakin. A Luke se lo encontró de rebote y no tuvo tiempo sino de enseñarle lo básico. El maestro de Luke, también por poco tiempo fue Yoda, que yo recuerde. Claro, que tenemos unos empresarios que aprueban un spot para vender higiene femenina a adolescentes varones con aparato. (Por cierto, por favor, por favor, por favor: ¡que entrevisten a la pobre Carla!)
No sabía si mostrar por enésima vez cómo El País, en asuntos económicos, es más de derechas que la ultra-derecha "Güalestritista". Y es que tiene el corazón socialdemócrata, pero apoya con la cabeza el toco-mocho financiero (en realidad es una versión gigantesca del timo de la estampita) que se va a perpetrar ante la mirada incrédula de ciudadanos que ni siquiera disponen de un servicio de urgencias gratuito.
No sabía si alarmarme cuando ví las reacciones ante los Presupuestos Generales del Estado por parte de los portavoces políticos. O si explicar a los no madrileños cómo se pueden inaugurar hospitales vacíos, sin equipar y sin personal (claro que Aznar ya inauguró una terminal de aeropuerto sin apenas haber cubierto aguas...). O criticar el espacio que mereció en los medios el que el Estado haya suspendido hasta enero la dotación de fondos a los proveedores de la sanidad pública mientras se mostraba, a cuatro columnas, la dotación para mejorar las condiciones socio-laborales de las prostitutas: el mismo día.

Me acordé entonces de los que hablan de una conspiración mundial para hacer que esta crisis desemboque en una dictadura global. La crisis sería un segundo paso, después del terror a la segunda invasión islámica, para crear las condiciones. Y así las sociedades secretas en la sombra instaurarán un auténtico régimen autoritario universal.
Ojalá fuera así. Estoy leyendo en el magnífico libro de Turner cómo llegó al poder el nazismo tras el crack del 29. Y lo único que uno encuentra es una colección de estúpidos, inútiles y vanidosos que hicieron estupideces, inutilidades y vanidades que desembocaron en un desastre del que aún sufrimos las consecuencias.
En el fondo uno desearía que todo esto tuviera una intención, un propósito, y fuera más que la consecuencia de la avaricia de unos, la inanidad de otros y la estupidez de todos.
¡Qué semanita, mi madre!

Que sea leve.

P.S.: El libro en cuestión es A Treinta días del Poder, de Henry Ashby Turner, Edhasa/quinteto, 2000 (ed. esp.). Además de mostrar la estupidez y evitabilidad de la llegada de Hitler a la Cancillería alemana, derrumba de una vez por todas y con documentación extensa e intensa el mito de que los nazis llegaron al poder ganándolo en las urnas. Erudito, pero no espeso. Y con un excelente prólogo de Antonio Muñoz Molina, el imprescindible.

P.S.S.: Mi hijo de 12 años ha dicho de la campaña de respeto al maestro que es "una frikada". Sobre la "Fiefta" de Ausonia corren magníficos videoclips por Yutube que recomiendo vivamente. Un éxito de notoriedad, la campaña.