miércoles, 28 de enero de 2009

Demagogia y periodistas asnos.

Titular: el beneficio del Banco Santander cae un 2%.

Lectura: Pobrecitos, cómo se nota la crisis. Hasta los bancos pierden.

Lo que es un gol por la escuadra. Porque si uno lee la noticia, se pueden apuntar dos cositas:

La primera, que un 2% no es una caída, a lo sumo una sensación de vértigo, o un pequeño roce con el pestillo de la puerta cuando llevas la bandeja de la cena para ver Boston Legal. Quizá ni eso.

La segunda, que el Banco de Santander ha ganado 8.876 millones de euros de beneficio neto, sin contar ingresos extraordinarios. Como suena: 16 billones de pesetas, para los del plan antiguo. Así me quiero caer yo, qué caramba. Es más, estoy dispuesto hasta a caerme un 50% de esa cantidad, no soy avaricioso y hay mucho que hacer.

Ya se podrían caer así los tres millones de personas que viven en España por debajo del umbral de la pobreza en la ONU. Ya se podrían caer así en la República Dominicana después del siguiente huracán. Así se deberían caer los africanos que están muriendo de cólera, de sida, de codicia de coltán. Así me gustaría ver a mí caerse a los ancianos de Marilia y de tantos sitios.

Pobrecitos accionistas del Santander. Desafortunadamente, no tengo vendas para hacerles la cura que estoy pensando.

Nota: Bien por el gremio periodístico una vez más. No se debe morder la mano que le da de comer a uno.

Nota 2: siempre me ha llamado la atendión que el sr. Botín se apellide precisamente así, “Botín”. ¿A ustedes no?

lunes, 26 de enero de 2009

Se abre paréntesis.

Que dice Rouco que quiere libertad de expresión "tutelada". Ya, y democracia orgánica y libertad dentro de un orden. Lo sabemos. A ver cuándo le tutelan a vd. un pelín esa neurona bífida y copera que le pierde, monseñor, que tiene usted a sus creyentes hasta los tegumentos de la procreación vigilada. Hágase un favor y no hable de manifestaciones públicas de los que no pensamos como su Ilustrísima porque entonces hablamos de caperuzos, palios, brazos incorruptos, santas cruzadas, reservas espirituales de Occidente, cilicios, informaciones a la BPS,... y entonces sí que la vamos a tener, pero de las que vienen sin tutela.

Sobre lo de Esperanza Aguirre negando que haya espías en la Comunidad de nuestros pecados: un amigo me contó que conoció a un tipo (parece la canción de Serrat, esto) cuya esposa descubrió en el suelo de su coche unas braguitas rojas que no pertenecían a la suprascripta costilla. Preguntado el menda por la propietaria de la prenda y su uso y disfrute, el colega abrió la ventanilla, cogió las bragas, las tiró y lo negó todo. Con un par.

Pues eso. Se cierra paréntesis.

La Política de la Miseria (I)

Cuando medios y políticos decidieron dar vía libre al estallido de la crisis internacional y empezaron a llegar las noticias de nacionalizaciones e intervenciones de los estados ultraliberales (porque eran ultras, seguro) en las entidades financieras, Forges publicó un chiste en el que se veía a Karl Marx riéndose hasta las lágrimas con la boca a punto de estallar en una carcajada. Los Blasillos decían: "¿Cómo sabes que es él?" La respuesta: "Por la risa tonta".

Los más jovencitos no lo saben, pero conviene que se les recuerde --si es que leen este pobre blog-- que Felipe González tuvo que renunciar, además de a su higiene mental y al marxismo, a nacionalizar la banca, exigencia del ala izquierda española de aquéllos tiempos. Gracias a esa y otras muchas renuncias --Otan, nucleares, aceptación de la enseñanza privada, privatizaciones...-- el PSOE pudo hacerse por fin de derechas y gobernar en España.

Traigo todo esto a colación porque una de las maneras que tiene el liberalismo de sobrevivir a su codicia es socializando las crisis y dejando escapar a los ladrones y estafadores que las provocan mediante el sencillo procedimiento de dar al que tiene y mandar al paro al que no. Ahora, en el centro del Imperio y en las provincias aliadas estamos hablando abiertamente de nacionalizar la banca. Qué curiosa es la historia, que se empeña en devorar Fukuyamas y seguir hablándole al oído a Hegel.

Ahora, desde el otro lado, vamos a comprobar si las sociedades occidentales y sus clases obreras están tan narcotizadas como sus gobiernos esperan y confían. Porque en el Imperio treinta millones de parados son muchos. Y en nuestra provincia, cuatro, también. Uno de cada diez trabajadores y trabajadoras. igual llega un momento en que nuestra querida y hegeliana historia pare un corazón, como decía Silvio Rodríguez. Y los partos no son muy divertidos, aunque el resultado sea esperanzador.

Vamos a ver.

viernes, 23 de enero de 2009

Madrileños (y madrileñas).

Cuando era pequeño y viajaba no entendía muy bien por qué se desconfiaba de los madrileños, por qué se nos tenía tanta manía, tanto temor. Hasta el punto de que, como normalmente ninguno de nosotros era madrileño de pura cepa, nos remitíamos a las raíces de nuestros padres, oriundos siempre de otro sitio. Pero ahora que ya ni siquiera vivo en "la capital" sé muy bien lo que ocurre con el madrileño.
Vaya por delante que el madrileño no es necesariamente alguien que ha nacido en Madrid. Ni siquiera tiene que vivir en Madrid. He conocido madrileños canadienses, turcos, dominicanos... y hasta vascos. La manera de ser madrileña, no obstante, se originó en la villa y corte. Madrileños fueron y son sus apóstoles. Madrileños son sus líderes más prominentes.

Voy a exponer algunas de las características de este notable y extendido grupo zoológico (hay quien asegura que son humanos, confundidos por la apariencia física):

El madrileño no sólo cree que todo es suyo, sino que la totalidad manifiesta de la creación ha dispuesto las cosas pensando exclusivamente en el madrileño. Es decir, que tiene título de propiedad sobre aquéllo que holla, pisa, pasea o destroza. Pero esta concepción va mucho más allá de la apropiación: llega a la metafísica. Un madrileño no concibe que haya playas el martes, que la tarde ilumine un lago en un día laborable, que haya museos abiertos cuando él no está, que haya gente que trabaja cuando él está de vacaciones, que haya establecimientos cerrados en días festivos ("así no van a hacer negocio") o que haya gente que viva en los centros históricos de las ciudades. Etcétera.

Como para él el mundo aparece cuando está y desaparece cuando se ha ido, le resulta inconcebible que el escape libre de la moto de su niño despierte a nadie. Que su basura destroce entornos ajenos, que su fuego pueda quemar un bosque. Que haya otros vehículos en la carretera. Que su ruido pueda molestar a nadie. Digamos, de paso, que el madrileño es esencialmente incapaz de soportar la falta de ruido, por eso lo lleva con él a donde vaya. En pleno invierno verás al pelopincho con el bacalao rumbero a todo trapo con las ventanillas bajadas; en cualquier playa, si un chiringuito quiere tener éxito, atraerá a los madrileños con el loro a tantos vatios como se necesitan para derribar un puente; en la montaña oirás lo que tú crees un concierto al aire libre que no es más que una familia de domingueros que, por llevar, se llevan la televisión plana con el home cinema. En París cenan en McDonald’s.

El madrileño entiende que haya normas, señales de tráfico y reglas de educación ciudadana. Pero da por supuesto, como es natural, que esas normas se han establecido para la pobre gente no madrileña. Porque el madrileño tiene la potestad hermenéutico-legislativa: es decir, la de interpretar las normas. Que se salta un semáforo y te golpea el costado: venías muy deprisa. Que la señal limita la velocidad a 20 km/h: “hombre, eso quiere decir 40”. Que da un índice de alcoholemia como para que no le dejen embarcar en un avión: “eso es para la gente que no sabe beber ni conducir”. Que hacen carreras de motos a la puerta de tu casa pero tratan de atropellar a tu perro: “es que esta urbanización es de motos, no de perros”. Que se pasa el "Ceda el paso" por el Arco de la Moncloa: "Es que yo vengo por una calle principal". Que aparca en doble fila en una calle llena de estacionamientos libres: “es que voy ahí mismo, no tiene por qué ponerse así, que no aguanta usted nada”. (Nota: todos estos son casos reales, sucedidos a quien esto escribe).

El madrileño es el que rezonga en la fila y cuando le toca el turno está tres cuartos de hora para hacer una operación simple, mirando de vez en cuando por encima del hombro, como queriendo decir. El madrileño es el que se ríe de los que respetan a los demás, cumplen con las normas, hacen caso a las señales o piensan en si pueden perjudicar a otros: “siejque no se pude ir así por la vida, que te comen”.

Supongo que con estas cosas se pueda entender mejor lo que pasa en la Comunidad de Madrid. Y que la Comunidad Valenciana, Málaga y Murcia, destinos naturales de los madrileños, compartan el virus. Con este motivo aclaratorio he escrito esta pequeña satyra.

miércoles, 21 de enero de 2009

Obama y Lincoln. Dos pequeñas reflexiones y una curiosidad.

La primera es un poco cruel y la mencionaba esta mañana el maestro Elkáizer en no sé muy bien qué radio: cuatro meses después de pronunciar el famoso discurso sobre el que Obama ha construido su propuesta se inició la guerra civil. Igual que Marco Aurelio no pudo permitirse los lujos que se permitió Adriano, podríamos pensar que Obama no va a poder permitirse los lujos que se permitió Kennedy. Hoy en día la paz no está muy valorada. Todos parecen haber escogido dejarse guiar por la versión del dios patriarcal guerrero y no adorar a la pacífica y ubérrima madre de los dioses. Estaremos atentos.

La segunda reflexión es más pesimista. Creo que cualquier institución que, en tiempos de crísis, de convulsiones, de cambio, busca las ideas en los padres fundadores lo hace porque ya no es capaz de generar ideas nuevas. Quienes querían la vuelta a la república durante la era imperial romana no pudieron o no quisieron ver que la institución del imperio era irreversible. Su crítica y sus propuestas, mirando hacia una institución y unos valores desaparecidos y, por ende, mitificados, ahistóricos, dejaron de pensar hacia adelante.

Que el autor-supervisor de los discursos del nuevo Emperador sea un joven de 27 años ha sido muy celebrado entre nuestros periodistas y comentaristas políticos. A mí me preocupa que un chaval de 27 años, para parecer progresista, para proponer la esperanza y los nuevos valores, mire tan lejos como ciento cincuenta años atrás, y no diez, cien, mil, hacia adelante.

Para ese viaje me quedo con las alforjas de Heráclito, qué demonios.

P.S.: Aquí, mientras tanto, Esperanza dice que desconoce el espionaje montado por su vice-presidente. Esta mujer cada vez se parece más a G.W... es decir, que no sé qué me da más miedo, que sea mala o que sea tonta.

martes, 20 de enero de 2009

La Miseria de la Política (III)

En nuestra cultura hay una sorprendente tendencia a admitir las cosas de manera acrítica, sin detenernos ni un sólo momento a juzgar las informaciones y mucho menos los presupuestos de lo que se nos dice. De ahí que los que somos de una generación que se movilizó –y a la que se abandonó a su suerte cuando el dios dinero volvió a reinar en la era Reagan—estemos tan perplejos: nadie se para a decir que el rey está desnudo, que las cosas que se ven son tal cual, que no comulgamos con ruedas de molino.

Se admite, por ejemplo, que una persona que ejerce un cargo político tras un proceso electoral es demócrata. Y no es así: su elección ha provenido de un proceso democrático, pero eso no le inviste inmediatamente de una asunción de creencias democráticas, de moral republicana (en sentido lato), de honestidad ni de responsabilidad pública.

Creo que es precisamente esa la debilidad de las democracias occidentales actuales: pensar, mejor soñar, que los que ganan unas elecciones son demócratas, que todos participamos del mismo juego. Que, por el hecho de saber segar la hierba todos somos futbolistas. Y va y no. Como muchos de los que votan tampoco lo son.

Por eso me hace tanta gracia lo de Esperanza Aguirre y sus secuaces, algunos de los cuales no han sido –recordémoslo, aunque sea obvio—elegidos por nadie sino por ella. Mientras a nuestra ambiciosa presidenta se le llena la boca de proclamas anticastristas en nombre de los más altos valores democráticos tomados en su conjunto, sin especificar cuáles, sus adláteres montan un servicio secreto de información, ofrecen cargos a cambio de votos en una entidad financiera, se cepillan lo que queda de la educación y la sanidad pública...

Curiosa manera esta de entender la democracia, que reduce ésta a la consecución de un cargo para luego ejercer el poder de manera arbitraria y absoluta, sin tener en cuenta lo público, renegando del Estado como garante de la libertad y la justicia en cuanto protector de los que nada tienen frente a los que lo tienen todo. Y, claro está, gobernando sólo para unos a pesar de pretender representar a todos.

Por eso el mensaje de Obama no es una proclama vacía –aunque tengamos derecho a no creernos nada--: la gente espera que su representante gobierne en su nombre, “desde, para y por el pueblo”. Que no utilice, como ha hecho Cheney... perdón, Bush, el poder en sus manos como un regalo que le han dado para hacer lo que le dé la gana. Esa, no la de solucionar la crisis económica, es la gran promesa del nuevo presidente: ser demócrata.

Casi nada.

P.S.: Para demostrar que uno puede leer una noticia y quedarse sólo en la costra, un ejemplo casi frívolo: una cosa tan tonta como el acoso al ya ex-presidente del Real Madrid, Ramón Calderón, es la consecuencia de haber mantenido su contrato de derechos de emisión en Digital+ frente al acoso y las presuntas irregularidades de Media-pro y, por tanto, de los grupos mediáticos rivales de Prisa-Telefónica. Es decir, que todo esto no va de fútbol, sino de dinero y de muchas cosas más. Que eso no se publique también es una idea del sentido democrático de los medios.

lunes, 19 de enero de 2009

De Imperatore Proclamatio Celebranda. Washington, 2009.

El nuevo emperador quiso que el primer día de la celebración de su llegada a la primera magistratura del Imperio no se celebrase en el Senado, ni en el Campo de Marte, ni en la colina del Capitolio. El nuevo emperador decidió tomar la púrpura en las escalinatas del templo de aquél fundador cuya legislación permitió que los libertos accediesen a la ciudadanía romana y, por tanto, a la cuestación para los cargos públicos.

También quiso que en el recuerdo de la plebe estuvieran otros dos emperadores anteriores asesinados en la flor de su gobierno, y el del Gran Constructor, que salvó al imperio de la ruina económica embelleciendo la ciudad con cuantos edificios y servicios públicos necesitaba.

Preocupado por el acoso bárbaro, el emperador quiso mandar un mensaje a todos sus súbditos: el liderazgo del Imperio no descansa sobre la depredación económica de las provincias, ni se defiende sólo por la fuerza de las legiones. No: el Imperio se ha mantenido al frente del mundo porque ha sabido incorporar todo lo bueno de las provincias conquistadas, porque los valores fundacionales de sus ciudadanos lo llevaron a la preponderancia mundial, y porque, como punto de reunión de todas las culturas del mundo, ha sabido emitir con luz propia un liderazgo moral que descansa en los valores de la libertad y la diversidad.

Hablaron grandes rétores y actores y poetas, aedos y campeones del circo, entre ellos algunos que, como él, eran libertos o hijos de libertos. Pero no faltaron las voces de algunos estóicos que vieron que, a pesar de todo, la fiesta estuvo siempre bajo la presencia de las legiones y sus estandartes, las cuales prestaron a sus heraldos y timbaleros para acompañar con sus músicas y fanfarrias todo el acto. Incluso hubo un ciudadano que mostró a la multitud un ejemplar vivo de un águila, emblema del Imperio.

Al final, el propio Emperador se dirigió a sus súbditos para pedirles un esfuerzo ante los difíciles tiempos que, en verdad, estamos viviendo. Y para insistir, como todos los que intervinieron habían hecho, en que el Imperio debe frenar su decadencia mediante la vuelta a los valores de los padres fundadores. Sólo la recuperación de la superioridad moral y de la referencia de la libertad y la justicia podrá hacer que el mundo vuelva a reconocer al Imperio como la piedra angular de la paz y la seguridad, dentro y fuera de sus fronteras. Sólo esa asunción del liderazgo idealista podrá unir a los ciudadanos imperiales para la superación de las dificultades que asolan el imperio desde dentro.

Dat. XII ant. kal. Feb. MMIX

Nota para los del plan nuevo: Obama no es el primer emperador que usa este discurso y que hace un análisis parecido. Trajano y Adriano y, más tarde Marco Aurelio, ya creyeron que Roma sólo podía consolidarse si se atenía estrictamente a ser eso: Roma. Su éxito fué más efímero de lo que previeron. Pero pasaron a la historia como los tres grandes emperadores de la Roma pagana. Somos muchos los que creemos que Constantino, al negarse a seguir este programa de recuperación moral y entregarse a una religión bárbara, aceleró el final del imperio (no digo que fuera bueno o malo, ojo). Está claro quién es el Marco Aurelio del siglo XXI. Lo que aún no veo –y espero no verlo—es quién será el Constantino o, peor, el Teodosio que nos espera.

Otra nota para seguir mostrando la estupidez ingénita del periodismo patrio: El País, por ejemplo, trata el acto de ayer como una juerguecilla, ante un milloncejo de personas de nada, en la que “los cantantes y artistas recordaron a Obama sus promesas”. Como si el equipo de Obama no hubiera preparado el acto al milímetro y como si no hubiera sido una exposición en formato espectáculo de su programa político y de sus referentes para el desarrollo de éste. Todo estaba planeado al milímetro, y creo que fue un discurso (todo el acto) de enorme calado político, basado fundamentalmente en la profundidad simbólica de cada canción, cada video y cada discurso de los que se pronunciaron. Citas importantes: Lincoln, Jefferson, los dos Kennedy, M.L. King –por cierto, hoy es su cumpleaños--, Roosevelt y unaa sola cita de Ronald Reagan, quizá la única que dijo con algún sentido, referida a la recuperación de la igualdad de oportunidades. Unidad nacional, recuperación del espíritu de los fundadores, en cuanto a política, y de los ciudadanos, en cuanto al esfuerzo para salir de la crisis, compromiso medioambiental y “agradecimiento por los servicios prestados” a los ejércitos. Casi nada, para una fiestecilla que vi, en directo, en ¡¡¡TNT!!!. País.

Nota jocoso festiva: Cómo sigue estando Sheryl Crow, mamma mía. Y cómo desafinó Bono al principio de su actuación. De mayor quiero ser como Garth Brooks.
Vale.

martes, 13 de enero de 2009

La Miseria de la Política (II).

Decía en el anterior mensaje lo de la publicidad porque estoy convencido de que la política como tal existe en unos lugares y términos a los que los ciudadanos no tenemos ningún acceso. Ni siquiera los periodistas lo tienen.
A los periodistas les gustan las nevadas del invierno y las olas de calor en verano; porque pueden escribir algo que ellos mismos están viendo. Porque de lo demás no se enteran. No saben, o no pueden publicar por qué se está armando la que se está armando en el Cáucaso. No saben, o no pueden publicar, por qué la invasión genocida de Gaza ha coincidido con unos cuantos movimientos en Afghanistán, Paquistán e Irán y con lo que ocurre en el Cáucaso. No saben o no pueden publicar qué piensa la nueva administración Obama del problema Israelí que, como todo el mundo sabe excepto ellos, es un problema estadounidense disfrazado de problema israelí. Tampoco pueden explicar por qué cada vez que hay escasez de ciertas materias primas surge una oleada de crímenes en masa o de golpes de estado (o ambos) en África, ese evacuadero por donde la dignidad humana se va una vez que tiramos de la cadena con nuestro mando a distancia.
Y no pueden publicar nada de eso porque la explicación requiere muchísimo trabajo. Explicar por qué Indonesia, Malasia y Singapur tienen un papel decisivo en el futuro de los conflictos de Oriente Medio es farragoso, requiere mucho trabajo y, quizá, informarse in situ. Y los periodistas están en manos de gabinetes de prensa, departamentos de imagen y profesionales de la comunicación que redactan las noticias, los comunicados y hasta las entrevistas. El periodismo actual la mayoría de las veces no es más que un soporte publicitario de los grupos de poder que pagan a quienes hablan a los periodistas y a ellos mismos. Así todo queda en casa.
Otras veces es cuestión de estupidez supina: cuando GW Bush dice que lamenta "el error" de las armas de destrucción masiva --que EEUU e Israel poseen con profusión--que Iran no ocultaba, el periodista repite la palabra error porque cita las palabras del ya ex-presidente. Con lo que se ayuda a instalar la opinión de que este cruzado de la nueva guerra antiterrorista, incapaz de socorrer a sus compatriotas en Louisiana, no mintió ni llevó al mundo a una catástrofe de proporciones que aún no hemos empezado a percibir, sino que apenas se le resbaló un plato.
Los periodistas sólo repiten. Y con su repetición dan un altavoz a lo que la política ha convertido en eslóganes, en frases hechas de fácil consumo, en píldoras amargas de vaciedad, de indignidad, de inmoralidad. Cuando nosotros luego, en una cena, al hablar de política sólo repetimos esas estupideces creemos que hablamos de ella. Y no. Estamos hablando de lo que la política publicita. De lo que la política nos hace consumir. Repetimos los jingles, los cierres ingeniosos, la frase curiosa o indignante.
Ni siquiera los políticos nos hablan. Hablan a los suyos, a sus publicitarios, a sus amigos o a sus enemigos, a quienes les hacen decir, a quienes les hacen creer que les escuchan. Y, como en todo, hay clases: los grandes de la publicidad política saben que, de cuando en cuando, hay que producir un gran espectáculo. Y montan una invasión, una guerra, un ataque selectivo, una bomba inteligente. Es entonces cuando la guerra pasa a ser la continuación de la publicidad por otros medios: enseñando lo que pasa cuando no tragas la píldora, cuando no te comes la sopita.
Así que ojito.
Continuará.
P.S.: El embajador de Israel en España comparaba el otro día su invasión con las realizadas por la OTAN en los balcanes. Y podría funcionar, si no fuera porque la acción de la OTAN estaba avalada por unas cuantas resoluciones de la ONU, resoluciones que Israel tiende a pasarse por el arco de las lamentaciones con fruición. Afortunadamente, esta vez un periodista (Francino, para mi sorpresa) interrumpió el spot. Pero no importaba: el Embajador se fue a emitir a otra parte su spot. Porque él sabe que los anuncios los ves y te los tragas. Y si no, apagas la tele.
Pero entonces, claro, no te enterarías de nada.
Qué pena.

lunes, 12 de enero de 2009

La Miseria de la Política (I).

Cuando la publicidad y los publicitarios se hicieron –nos hicimos—con la política, ésta dejó de tener un ámbito ético o estético para pasar a tener un carácter técnico. Es decir, que un individuo (lamento no poder hacer caso a la ministra: me niego a escribir individua) puede ganar unas elecciones si emplea las técnicas publicitarias adecuadas, independientemente de cuál sea el fondo ético de su mensaje, cuáles sean sus proyectos o las formas que tiene previstas para poner éstos en marcha.

Como se sabe, se ha escrito mucho sobre el famoso debate Nixon/Kennedy, en el que la imagen de wasp joven y atractivo del futuro presidente católico arrolló a un Nixon que hasta entonces era el candidato más sólido. Se ha escrito mucho menos sobre el destino del pueblo americano que vota –el índice de población que vota en los Estados Unidos ha sido durante años inferior al de Bolivia, por ejemplo--, obligado a escoger entre un putero adicto a los calmantes y un mentiroso paranoide.

Ese debate no inauguró ni mucho menos la actual mercadería política de la imagen: Fidias (léase Pericles), Virgilio (léase Augusto César), Miguel Ángel (léase el Papa Julio), Velázquez (Léase el rey Felipe), y Goebbels (léase Goebbels), entre muchos otros, ya habían dado con la importancia que tiene la imagen para comunicar la relación entre el poder y su presencia, su mostración a los guiados. Pero una cosa es mostrar a Napoleón cabello al viento a pesar de su célebre calvicie o a Felipe II con cara de “conviértete o te quemo” y otra es ver a esos líderes convertidos en iconos de camisetas, en vaqueros de las praderas o en siglas estúpidas, sin poder profundizar más en sus creencias, en los contenidos de su liderazgo, en sus motivaciones profundas, en su idea de Estado, en su concepción de la vida y la participación ciudadana.

No logro imaginarme a Don Práxedes Amadeo Sagasta convertido en PAS, o a Don Manuel Azaña como protagonista de un cómic. Por tanto me es casi imposible tratar a José Mará Aznar o a José Bono con el título de Don, excepto, claro está, si lo asocio con otros hombres ilustres y también con enorme éxito icónico que nos ha dado el malparido siglo XX.

Y es que la imagen no lo es todo. Los publicitarios somos mercenarios a quienes nos da lo mismo vender un papel higiénico que un programa político... Oooops. Perdón. El ejemplo no es bueno. Quiero decir que si a uno lo contrata un partido o un líder con el que se está más o menos de acuerdo, pues vale. Y si no, pues también vale. Las prostitutas y los publicitarios no podemos escoger. Pero entonces lo que hacemos es vaciar al personaje o al partido de su contenido para vender el continente que nosotros decidamos que es el más adecuado para ganar.

Los y las votantes –vale, ministra—no estarán escogiendo, entonces, de acuerdo con sus convicciones, sino de acuerdo con sus gustos. De tal manera que el consumo político se realiza a la misma escala que el consumo de cualquier otro bien sobre el que no juzgamos utilidad, durabilidad o funcionalidad, sino su proximidad, como marca, a un cierto campo de valores que nos parecen próximos en alguna medida, inconsciente, afectiva... Votamos por inclinación, por impulso, por proximidad. Pero no sabemos lo que votamos de veras.

De hecho, los políticos obtienen de nosotros una ventaja que no tenía Don Emilio Castelar: hacer paraecer que los problemas que nos acucian son tan complejos e irresolubles que sólo ellos pueden solucionarlos. Sólo ellos cuentan con la técnica para tratar de resolverlos o, con más frecuencia, para declararlos irresolubles. Así que el publicitario lo que hace es decir simplemente que alguien sabe hacer lo que sus votantes no saben. Y que lo va a hacer bien. De los lavavajillas no sabemos ni nos interesa qué contienen las misteriosas bolitas que se esparcen por la mierda de los cacharros con su varita mágica limpia y pura; de los cosméticos, ignoramos y nos importa un bledo qué es un hidroxiácido o qué demonios hace con la caspa el zincpyritione; de los coches conocemos menos significados que siglas como ABS, ESS, ESP, ETS, etc.; de los políticos no nos hacemos una idea de si creen en un dios o en varios, si tienen en sus manos un poder ejecutivo real, si saben qué hacer con los bancos o se dejan mandar por ellos porque el que paga manda, en qué valores creen (si les suena la palabra). De los políticos sabemos todos excepto sus concepciones políticas, sus raíces éticas, sus convicciones morales, sus aspiraciones utópicas. Pero sabemos de qué equipo son.
Qué peligro.
Feliz año, dentro de lo que cabe.