En nuestra cultura hay una sorprendente tendencia a admitir las cosas de manera acrítica, sin detenernos ni un sólo momento a juzgar las informaciones y mucho menos los presupuestos de lo que se nos dice. De ahí que los que somos de una generación que se movilizó –y a la que se abandonó a su suerte cuando el dios dinero volvió a reinar en la era Reagan—estemos tan perplejos: nadie se para a decir que el rey está desnudo, que las cosas que se ven son tal cual, que no comulgamos con ruedas de molino.
Se admite, por ejemplo, que una persona que ejerce un cargo político tras un proceso electoral es demócrata. Y no es así: su elección ha provenido de un proceso democrático, pero eso no le inviste inmediatamente de una asunción de creencias democráticas, de moral republicana (en sentido lato), de honestidad ni de responsabilidad pública.
Creo que es precisamente esa la debilidad de las democracias occidentales actuales: pensar, mejor soñar, que los que ganan unas elecciones son demócratas, que todos participamos del mismo juego. Que, por el hecho de saber segar la hierba todos somos futbolistas. Y va y no. Como muchos de los que votan tampoco lo son.
Por eso me hace tanta gracia lo de Esperanza Aguirre y sus secuaces, algunos de los cuales no han sido –recordémoslo, aunque sea obvio—elegidos por nadie sino por ella. Mientras a nuestra ambiciosa presidenta se le llena la boca de proclamas anticastristas en nombre de los más altos valores democráticos tomados en su conjunto, sin especificar cuáles, sus adláteres montan un servicio secreto de información, ofrecen cargos a cambio de votos en una entidad financiera, se cepillan lo que queda de la educación y la sanidad pública...
Curiosa manera esta de entender la democracia, que reduce ésta a la consecución de un cargo para luego ejercer el poder de manera arbitraria y absoluta, sin tener en cuenta lo público, renegando del Estado como garante de la libertad y la justicia en cuanto protector de los que nada tienen frente a los que lo tienen todo. Y, claro está, gobernando sólo para unos a pesar de pretender representar a todos.
Por eso el mensaje de Obama no es una proclama vacía –aunque tengamos derecho a no creernos nada--: la gente espera que su representante gobierne en su nombre, “desde, para y por el pueblo”. Que no utilice, como ha hecho Cheney... perdón, Bush, el poder en sus manos como un regalo que le han dado para hacer lo que le dé la gana. Esa, no la de solucionar la crisis económica, es la gran promesa del nuevo presidente: ser demócrata.
Casi nada.
P.S.: Para demostrar que uno puede leer una noticia y quedarse sólo en la costra, un ejemplo casi frívolo: una cosa tan tonta como el acoso al ya ex-presidente del Real Madrid, Ramón Calderón, es la consecuencia de haber mantenido su contrato de derechos de emisión en Digital+ frente al acoso y las presuntas irregularidades de Media-pro y, por tanto, de los grupos mediáticos rivales de Prisa-Telefónica. Es decir, que todo esto no va de fútbol, sino de dinero y de muchas cosas más. Que eso no se publique también es una idea del sentido democrático de los medios.
Se admite, por ejemplo, que una persona que ejerce un cargo político tras un proceso electoral es demócrata. Y no es así: su elección ha provenido de un proceso democrático, pero eso no le inviste inmediatamente de una asunción de creencias democráticas, de moral republicana (en sentido lato), de honestidad ni de responsabilidad pública.
Creo que es precisamente esa la debilidad de las democracias occidentales actuales: pensar, mejor soñar, que los que ganan unas elecciones son demócratas, que todos participamos del mismo juego. Que, por el hecho de saber segar la hierba todos somos futbolistas. Y va y no. Como muchos de los que votan tampoco lo son.
Por eso me hace tanta gracia lo de Esperanza Aguirre y sus secuaces, algunos de los cuales no han sido –recordémoslo, aunque sea obvio—elegidos por nadie sino por ella. Mientras a nuestra ambiciosa presidenta se le llena la boca de proclamas anticastristas en nombre de los más altos valores democráticos tomados en su conjunto, sin especificar cuáles, sus adláteres montan un servicio secreto de información, ofrecen cargos a cambio de votos en una entidad financiera, se cepillan lo que queda de la educación y la sanidad pública...
Curiosa manera esta de entender la democracia, que reduce ésta a la consecución de un cargo para luego ejercer el poder de manera arbitraria y absoluta, sin tener en cuenta lo público, renegando del Estado como garante de la libertad y la justicia en cuanto protector de los que nada tienen frente a los que lo tienen todo. Y, claro está, gobernando sólo para unos a pesar de pretender representar a todos.
Por eso el mensaje de Obama no es una proclama vacía –aunque tengamos derecho a no creernos nada--: la gente espera que su representante gobierne en su nombre, “desde, para y por el pueblo”. Que no utilice, como ha hecho Cheney... perdón, Bush, el poder en sus manos como un regalo que le han dado para hacer lo que le dé la gana. Esa, no la de solucionar la crisis económica, es la gran promesa del nuevo presidente: ser demócrata.
Casi nada.
P.S.: Para demostrar que uno puede leer una noticia y quedarse sólo en la costra, un ejemplo casi frívolo: una cosa tan tonta como el acoso al ya ex-presidente del Real Madrid, Ramón Calderón, es la consecuencia de haber mantenido su contrato de derechos de emisión en Digital+ frente al acoso y las presuntas irregularidades de Media-pro y, por tanto, de los grupos mediáticos rivales de Prisa-Telefónica. Es decir, que todo esto no va de fútbol, sino de dinero y de muchas cosas más. Que eso no se publique también es una idea del sentido democrático de los medios.
2 comentarios:
a) Pensar nosotros?
Como si alguien en nuestro país se hubiese preocupado de enseñarnos a pensar. ( Y no vamos a entrar en los nuevos planes para la educación ni en Bolonias varios)
Y democracia?
Qué podemos saber nosotros de su significado si en el colegio apenas nos dieron una lección (si dicho sea de paso, la hº contemporánea de nuestro país la sobrevolamos en el colegio) y uno de nuestros máximos representantes (léase Gallardón) se hizo cruces en un programa de TV cuando un ciudadano le preguntó su opinión sobre la asignatura de "Educación para la Ciudadanía", y el contestó, con absoluta impunidad, algo del cariz de "a quién puede interesar eso".
Si a los representantes que democráticamente elegimos no les interesa formarnos como ciudadanos será por algo.
y b) y va por Obama: Democracia comparado con qué?. (Y conste que espero equivocarme)
Realmente estás indignada... Me gusta. Esa es la base de la crítica satírica de la que mi tocayo fue honra y prez: la indignatio.
Dedicaremos un post a eso, ¿no?
Un besote. Y sigue, que vas bien.
Publicar un comentario