Cuando medios y políticos decidieron dar vía libre al estallido de la crisis internacional y empezaron a llegar las noticias de nacionalizaciones e intervenciones de los estados ultraliberales (porque eran ultras, seguro) en las entidades financieras, Forges publicó un chiste en el que se veía a Karl Marx riéndose hasta las lágrimas con la boca a punto de estallar en una carcajada. Los Blasillos decían: "¿Cómo sabes que es él?" La respuesta: "Por la risa tonta".
Los más jovencitos no lo saben, pero conviene que se les recuerde --si es que leen este pobre blog-- que Felipe González tuvo que renunciar, además de a su higiene mental y al marxismo, a nacionalizar la banca, exigencia del ala izquierda española de aquéllos tiempos. Gracias a esa y otras muchas renuncias --Otan, nucleares, aceptación de la enseñanza privada, privatizaciones...-- el PSOE pudo hacerse por fin de derechas y gobernar en España.
Traigo todo esto a colación porque una de las maneras que tiene el liberalismo de sobrevivir a su codicia es socializando las crisis y dejando escapar a los ladrones y estafadores que las provocan mediante el sencillo procedimiento de dar al que tiene y mandar al paro al que no. Ahora, en el centro del Imperio y en las provincias aliadas estamos hablando abiertamente de nacionalizar la banca. Qué curiosa es la historia, que se empeña en devorar Fukuyamas y seguir hablándole al oído a Hegel.
Ahora, desde el otro lado, vamos a comprobar si las sociedades occidentales y sus clases obreras están tan narcotizadas como sus gobiernos esperan y confían. Porque en el Imperio treinta millones de parados son muchos. Y en nuestra provincia, cuatro, también. Uno de cada diez trabajadores y trabajadoras. igual llega un momento en que nuestra querida y hegeliana historia pare un corazón, como decía Silvio Rodríguez. Y los partos no son muy divertidos, aunque el resultado sea esperanzador.
Vamos a ver.
lunes, 26 de enero de 2009
La Política de la Miseria (I)
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