viernes, 27 de febrero de 2009

Las Fábricas de Asnos (II). Y esto ya es Personal.

Mi hijo está estudiando, creo que en “Sociales” –ya no me aclaro con las denominaciones modelnas—, el antiguo Egipto. Es una civilización que no le llama la atención tanto como Grecia y Roma, seguramente por desconocimiento y porque de pequeñito le daban miedo las momias, o vaya uno a saber por qué. Cuando vino después de la primera clase sobre el tema me dijo que había preguntado por los números en el Egipto antiguo, y que su profesora había eludido la respuesta, diciendo que, de momento, estaba explicando lo básico.

Yo no tengo problemas con las momias y soy un poquito freak del asunto, así que le dibujé en un papel los jeroglíficos numerales. Siempre he creído que las personas que no se interesan por Egipto se engancharán a ello a través de su escritura misteriosa, evocadora, mágica ("la mordedura del pato", lo llaman los egiptólogos). Pero también porque tiene un punto naïf, inocentón y esquemático que tiene que atraer por fuerza a los que seguimos siendo un poco críos. Así que, además, hicimos algún cachondeo a cuenta de los números, porque el número diez mil se escribe dibujando una rana o un sapo y, a partir del millón, para explicar la idea de millón, o “muchismo, muchismo” (infinito), el signo es un señor abriendo los brazos como los pescadores cuando mienten sobre el tamaño de lo que han pescado. Como queriendo decir. También le conté que, para los egipcios antiguos, los signos escritos representaban la cosa viva, la realidad animada. Así que cuando escribían un león o una serpiente, los partían por la mitad, por si un ataque. Más risas y la conciencia de la importancia de la escritura para una cultura en la que todo era sagrado, todo estaba animado, todo era trascendente.

El caso es que mi muchacho llevó los dibujillos numerales a clase como aportación. La respuesta de su profesora fue, mientras rechazaba el papelito, “eso ahora no interesa”.

Esta cretina será de las que, cuando le pongan un micrófono en una radio o en una cena con amigos, explicará lo muy estresada y desmotivada que está porque sus alumnos no tienen interés ni motivación. Será la que, cuando me entreviste con ella, pensará que soy un ente que se ha reproducido sólo para molestarla colocando en su puesto de trabajo a un molesto enano cabezón.

¿Cómo es posible que no pases una clase dibujando los nombres de los chicos en jeroglífico, explicando los grandes monumentos como lo que son: grandes campañas publicitarias en un soporte que ha durado cinco mil años? ¿Como es posible no ponerte a estudiar la momificación, los vasos canopos en la que “archivaban” los órganos de las personas importantes por si los necesitaban en su viaje ante Anubis? ¿Cómo no va a interesar a los chavales de 13 años ver que la mitad de los cómics que leen o ven en la tele son trasuntos y herederos de los dioses y diosas de cabeza animal? ¿Cómo no fascinarles con las medidas de la pirámide de Khu-Fú (Keops, para los del plan antiguo) y cómo las grandes pirámides reproducen el cinturón de Orión, antes de Osiris? ¿Cómo no contarles que las obras sacras de los egipcios son tan increíbles que hay investigadores que defienden que los extraterrestres echaron una mano?

El Antiguo Egipto puede ser todo menos aburrido, como Grecia, como Roma, como cualquier historia épica con sus buenos, sus malos, sus luchas de titanes, sus maravillas tecnológicas. La manera de escribir, de numerar, de expresarse, de construir, de concebir el mundo... todo eso se puede relacionar con su propia vida, con cosas que les parecen muy modernas pero que ya existían o se apuntaban en los mundos antiguos. No sé... un montón de cosas.

Claro que, a lo mejor, uno tiene que sentir esa pasión por la historia, por el conocimiento, por lo que puede fascinar a los chicos y las chicas, por encontrar la manera de comprometerles con mundos misteriosos, llenos de maravillas asombrosas, que son nuestra herencia y nuestro lujo.

¿Cómo hago ahora para que mi hijo respete a esa profesora? ¿Cómo hacemos para que se respete a sí misma y a la profesión que desempeña?

Qué lástima. De verdad.

Nota: En un mundo que todavía recordamos, el Cura, el Maestro, el Médico y el Farmacéutico no sólo eran instituciones respetadas porque su formación les daba un estatus superior. Además, se consideraba –y ellos lo asumían-- su desempeño como vocaciones, no como profesiones. De manera que hacían muchas cosas y atendían muchos asuntos que sobrepasaban de largo sus funciones. Ahora, todos somos profesionales y no hacemos cosas que no vayan estrictamente recogidas cen nuestro estatuto profesional “porque no nos pagan por eso”. Aún no hemos hablado con la cretina, pero seguro que nos saldrá con algo parecido. Al tiempo.

jueves, 26 de febrero de 2009

El Ruido y la Furia. Y una cría muerta.

Dicen que en las instrucciones de los microondas estadounidenses hay una advertencia específica que indica a los usuarios no meter a animales domésticos dentro, porque sería fatal para ellos. Dicen también que esto se debe a que alguna o algunas personas que desconocían cómo funciona un microondas metieron a sus mascotas a secar y que demandaron --¡y ganaron!—a los fabricantes por no haber indicado específicamente que no se pueden meter dentro seres vivos.

A nadie se le ocurrió demandar al usuario por inculto, a sus maestros por no haberle enseñado cómo funciona un microondas, etc. Aunque suene elitista, yo hubiera demandado al usuario, a los jueces y al jurado por gilipollas, por ignaros y por llevar la farsa judicial al abuso y al ridículo.

Dicho sea de paso, el que haya un sólo imbécil que mete a su gato en su microondas implica que toda la industria de electrodomésticos tiene que incorporar las nuevas instrucciones, retirar las antiguas, cambiar el empaquetamiento y multiplicar los gastos que, finalmente, repercutirán en el precio. Insisto: me da igual que el caso sea real o no; todos lo tenemos por plausible, así que funciona como hecho cultural.

El otro día ví a un usuario de este estilo nada menos que en mi Palacio de la Moncloa pidiendo una reforma constitucional para introducir la cadena perpetua, iniciativa inmediatamente aplaudida y asumida por los faescistas y Pedrojeta, bajo el argumento tan español de “esto no se puede consentir” o “esto clama al cielo”. Porque los irreflexivos, los incultos y los dolientes no quieren oir hablar de justicia, quieren (y confunden) venganza y castigo. Quieren tirar por el sumidero los derechos humanos, el concepto de reinserción, la carga inasumible para sus mentes estrechas –aunque frecuentemente religiosas—del perdón y la reconciliación, de la oportunidad de redención.

Y es que yo lo siento mucho, pero no trago con la película mediática de los incendiarios telecinqueros, corazonistas y pedrojoteros. Porque me faltan incluso algunos datos que me parecen importantes y que, si hubiera sido periodista (o similar) hubiera preguntado en las tertulias en las que buitres y presas fueron invitados a todo correr. Veamos:

¿Estas familias son modélicas y han educado a su hija en la responsabilidad? ¿O la panda de amigotes con los que esta chica salía son unos pastilleros violentos que pierden el control cuando se colocan? ¿Conocían estos padres a las personas con las que salía su hija y sabían sus lugares de reunión, los locales que frecuentaban, las actividades a las que dedicaban sus salidas? ¿Es posible que estos padres no hayan enseñado a su hija a seleccionar sus compañías, a advertirla frente a personas de la calaña de sus asesinos, a ser responsable y limitar su tiempo de ocio a actividades seguras y limpias? ¿Cómo era su relación con su hija: la conocían, sabían que estaba con personas que podían poner en peligro su vida? ¿Y si la película es que a una hija fuera de control le gustaban los malotes mayores que ella y los botellones, y la juerga y el sexo ocasional y las madrugadas descontroladas y a todos, esa noche, se les fue la mano con el alcohol y la cosa acabó como acabó? (Digo: esto me lo estoy inventando, pero... pero no me gustan las cosas unidireccionales).

Porque ser víctima –siquiera vicaria—se convierte, inmediatamente en motivo de santificación, de pureza, de bondad irreprochable, de existencia sin mácula. Y no digo que no sea así: digo que no tiene por qué ser así. Digo que asesino, encubridores y víctimas no son sino productos de una cultura, de un contexto y de unas determinaciones de las que esos padres forman parte. Y que no tienen derecho a mirar siempre hacia afuera para acabar con la rabia encerrando al perro de por vida.

Así que este señor, para quien es más importante su hija que la civilización, la justicia y la ética –cosa comprensible en el dolor de un padre, pero que me queda lejos cuando hablo de los palmeros de la derecha—se planta en la Moncloa y:

a) Le reciben. Espero que sean recibidos los padres de los jóvenes que se matan contra una farola y que pidan la prohibición de las farolas, por ejemplo. de hecho, creo que voy a pedir una entrevista con el Presidente para pedir que no se instaure la cadena perpetua. A ver qué pasa.

b) Nadie pareció explicar a ese padre que nuestro sistema judicial está pensado, como en todo estado de Derecho, para la reinserción y la recuperación para la sociedad de las personas desviantes. Que una condena de 30 años es de hecho una cadena perpetua. Que, seguramente, en la cárcel se hará aún peor persona, con lo que su vida se habrá perdido ya irremisiblemente.

c) Que nadie tiene derecho a hacer la justicia a su medida, y que la ética se aplica con la cabeza y no con las vísceras, conquista que ha costado a la humanidad siglos de sangre, de lucha y de fracaso de las políticas judiciales a las que este señor es proclive.

d) Que nadie le explica –quizá porque de algún modo lo sabe, quizá por incultura, quizá por el dolor—que él también es culpable de la muerte de su hija. Como yo. Como toda una sociedad que debería reflexionar sobre sí misma para ser capaz de acompañar a un padre en el suplicio, pero no mostrar compasión con un ciudadano cabreado que no tiene ni juicio ni autoridad moral para cepillarse el Imperio de la Ley por su caso particular.

Pero Zapatero es así. En vez de esperar al funeral y condolerse brevemente con las familias, va y recibe al padre vengativo y abre un debate inútil, estéril y malintencionado, sobre la cadena perpetua que va a desgastarle inútilmente y que va a volver a distrer la atención de la mierda acumulada por los puros de corazón y los justamente indignados usuarios de microondas del PP.

En lugar de decirle al buen señor que reformar la constitución porque le han matado a la hija es una salvajada y un acto de venganza estéril y antidemocrático, le dice que es difícil.

José Luis, tío, que Aznar se pareciera a Chaplin no quiere decir que tú seas Harold Lloyd. Deja de meter la pata, coño. Y dile a los que meten a sus mascotas en el microondas que la culpa también puede ser suya.

Próxima estación: la pena de muerte.
Al tiempo.
Nota: No quiero decir con todo esto que el asesino no sea un asesino. Quiero que caiga sobre el asesino y sus cómplices todo el peso de la ley. Pero de la ley, no del hígado, ni del linchamiento en la plaza pública.

viernes, 20 de febrero de 2009

Los Peligros de la Pureza.

Cuando el PSOE se enredó en los escándalos promovidos por sus enemigos internos y externos, Julio Anguita hizo un análisis curioso de la situación, aportando a nuestra triste política nacional dos conceptos que luego se revelaron tragicómicos: “las dos orillas” y el “sorpasso”.

El PCE vió la oportunidad de morder la yugular de los socialistas y, aumentando las contradicciones del sistema aliándose con el PP de Aznar en momentos y escenarios puntuales, la de sobrepasar o, al menos, asustar al Partido Socialista.

Esta política desconcertó a mucha gente dentro de la coalición de Izquierda Unida, cuyo corazoncito izquierdoso veía feo juntarse con el caudill... digooo... con Aznar simplemente por motivos de aumentar la cuota de votantes. Al tiempo, hubo un proceso de “clarificación” dentro del partido, de tal manera que, para recuperar las verdaderas esencias, se recurrió a “quien no está conmigo está contra mí”, a la vuelta a la pureza doctrinal y a la selección de los “verdaderos”. Como el propio Anguita dijo en una entrevista, quedarían pocos, pero serían los buenos, los auténticos.

El resultado: muchas de las llamadas sensibilidades de IU se vieron apartadas, se largaron al enemigo natural o se quedaron por lealtad al proyecto fundacional pero sin renunciar a dar cera a una formación que tendrá –creo—uno o dos millones de votos potenciales más de los que realmente consigue en las muy amañadas y bipartidistas legislativas.

Digo todo esto porque el papa Ratzinger está encabezando un proceso de purificación muy parecido (comunistas e Iglesia siempre han tenido mucho en común: partieron de una idea fundacional, construyeron un dogma que violaba dicha idea y luego construyeron patíbulos para los disidentes). El problema es que purificación significa siempre exclusión, así que la cuota de mercado se va reduciendo aunque aumente la fidelidad a la marca de su clientela.

Y es que la historia es tozuda: si un movimiento quiere tener éxito, como vió San Pablo, tiene que sumar corrientes y sensibilidades que no comparten el núcleo ideológico ni pragmático de la ideología fundadora: nadie podía ser menos cristiano (en el sentido judío del término) que un griego de Alejandría, ni nadie puede ser menos marxista que un empresario pequeño-burgués que deslocaliza su producción. Tarde o temprano, la diversidad y pluralidad de corrientes trae consigo la lucha por ocupar los espacios de poder dentro de la institución y la pérdida de la oferta ideológica a cambio del mantenimiento de la institución. Además, esas corrientes van creciendo y pretenden asumir protagonismo y cuotas de poder dentro de la misma, con el fin de acercarla a sus bases.

Cuando esta diversidad amenaza con borrar la identidad de la institución o provoca luchas internas, se prevé una crisis. De modo que la tendencia puede ser reincorporar a todas las sensibilidades dentro de una idea re-fundacional, aunque excluya a ciertas minorías en el proceso, o bien la posición más conservadora: volver a los orígenes institucionales, recuperar los mores y la moral de la tradición.

Cuidado: no se vuelve a la idea fundacional –en el caso de la Iglesia no se vuelve al Cristo; los estalinistas nunca vuelven a Marx--. Se vuelve la mirada al momento en que la institución haya tenido más poder, a la época maravillosa de los buenos y viejos tiempos. De ahí que la purificación ideológica se convierta en purificación ritual y que las personalidades que se buscan sean lo más cercanas posible a los valores y percepciones de la época en la que el movimiento ejercía el máximo poder.

Es decir que Benedicto lo que quiere no es volver a la Iglesia primitiva, a la iglesia de la caridad, del Cristo amor y redención. De lo que se trata ahora es de volver a la iglesia de Trento. De proponer la teocracia como sistema de gobierno. De renegar de la liberación laica. De asimilar los ideales republicanos al nazismo. De poner a la mujer en su sitio. De recuperar a los lefevbrianos aunque sea a costa de perdonar pecadillos como la negación del Holocausto.

Y en ello estamos. Eso sí: seguro que los que queden serán muy puros. Y a mí personalmente me da pánico la pureza. Debe ser de las palabras más pronunciadas por Hitler y Goebbels en todos sus discursos. Eso me imagino que también lo sabe muy bien el buen pontífice.

Nota para aburrir. Los puentes fueron un descubrimiento clave en la historia, puesto que fueron el secreto de la prosperidad económica y de las comunicaciones del mundo antiguo. Tan importantes como la rueda o internet. Se creía que tal triunfo de la humanidad sobre la naturaleza podía incluso ofender a los dioses y el vulgo, como es habitual, pensó que aquéllas obras espectaculares tenían que ser obras del maligno en las que habitaban espíritus ofendidos por la soberbia humana, como nos pasa ahora con el ordenador, por ejemplo. De modo que se dedicaron unos funcionarios religiosos a aplacar la ira de los genios de la naturaleza y de los dioses, “tendiendo puentes” entre nuestro mundo y el suyo, negociando y haciéndonos perdonar por sobrepasar los obstáculos de la creación. Este cargo metafórico, arquitecto de las relaciones con lo sobrenatural, fue espiritualizándose –y burocratizándose—hasta que el máximo responsable de las ceremonias cívico-religiosas fue nombrado “pontifex maximus”, es decir, el jefe de los que tienden puentes. Título que más tarde asumieron los emperadores y que los papas cristianos asumieron cuando se hicieron con la corona del Imperio. Bueno, pues no veo yo al papa Ratzinger, precisamente, muy proclive a tender puentes. Y menos si se dedica a readmitir a dinamiteros. Como decimos siempre: pobres de nosotros si no hay un cielo, pero pobre de él si hay un infierno.

Vale.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Una Noticia Pequeña. Pero tan Grande.

Un católico practicante, miembro activo de su parroquia, pide, en la Eucaristía del domingo pasado, acercarse al púlpito. En él, anima a sus correligionarios, los asistentes a la misa dominical, a que recen por las parejas homosexuales, por los divorciados... y convoca a todos para pedir perdón porque la Iglesia (su Iglesia) les excluye.

Es un acto pequeño, de una grandeza enorme. Un episodio en el que han participado quizá un centener de personas entre los cuatro millones y pico que se agolpan en la capital del Reino. Un acto que no puede competir con la última mentira de un cargo público, con la última estupidez de un famoso, con el último penalty escamoteado, con la última boutade de un artistilla amigo del editor de informativos.

Tampoco se hablará de esa Iglesia del amor, de la caridad, de la acogida, sino de la otra, la de la malicia institucional de los prelados, la de los sectarios del cilicio y los colegios sexistas, la del último grito estentóreo de dios-patria-familia.

No puedo respetar ninguna creencia religiosa. Pero creo en ese feligrés que quiere, que invita y que practica su fe acogiendo, queriendo. Que sea mi suegro es un accidente afortunado.

Muy afortunado.

viernes, 13 de febrero de 2009

Sic Transit Gloria Sinistrae

Cuando en el colegio uno de los “chicos malos” hacía una barbaridad y los profesores o la dirección se enteraban, lo primero que se hacía era buscar al chivato. Llegaba un momento en que la discusión era quién había dado la información al director y se olvidaba por completo quién había quemado el pupitre o le había abierto la cabeza al debilucho. De manera que el peor delito que se podía cometer en el colegio era “chivarse”, y no abusar del gordo, del gafotas o del empollón (lo sé muy bien porque, salvo en lo de las gafas yo estaba bendecido por los mencionados atributos), ni echar azúcar en el depósito de gasolina del coche del profesor de matemáticas, ni pegar una paliza a un chaval negro o moro, ni robar un balón, o la comida o el dinero, a un chaval de primaria.

Nuestra presidenta de la Comunidad de Madrid, la pija ex-maoísta cuyos discursos escribe un ex-anarquista, ha hecho lo mismo que los golfos repetidores de los colegios. Para ella lo grave no es el montón de estiércol sobre el que su trono se asienta, sino que alguien se ha chivado. Lo que para Pedro Jeta es periodismo de investigación es para el grupo Prisa filtración intolerable y connivencia entre el ejecutivo y el judicial. Es chivateo.

Luego están los comunicadores faescistas, que son unos genios. Porque ahora se discutirá sobre la oportunidad y aun la legalidad de que el ministro y el juez se encuentren en una cacería –organizada por un señorito del PP de Jaén—y no sobre los sobornos, los sobornados, los espías, los espiados y toda la basura adyacente.

Y eso que a los que fuimos y somos de izquierda lo que más nos duele de la cuestión cinegética es ese socialista ejerciendo de señorito en Sierra Morena. O ese otro socialista que le va a poner una calle en Zaragoza a San Josemaría. O ese sindicato que ha aceptado callarse ante las cosas que pasan en Telemadrid. Y es que la izquierda está fuera del parlamento, de los ministerios, de la política. La izquierda está sólo ya en nuestros ordenadores, en nuestras indignaciones de salón, en nuestras cenas con aquéllos amigos, en nuestro voto frustrado y frustrante. En alguna parte de nuestra memoria, de nuestra adolescencia.

Desde que González se subió al Azor esto es lo que hay. Tristeza.
Nota: De hecho, esta investigación de Garzón es peculiar. Por primera vez, creo, se va a perseguir a los sobornadores y no a los sobornados, que hasta ahora era la práctica habitual. Vamos a ver.

miércoles, 11 de febrero de 2009

El 23-F: la Memoria, la Pureza y mi Señora.

Anoche vi unos reportajes sobre la inentona de golpe del 23 de Febrero (de 1981, para los del plan nuevo). Yo había vuelto a mi antiguo Instituto, no recuerdo por qué, aunque me parece que tenía que ver con una reunión política. Yo ya estaba en Comillas, pero no había roto lazos con mi única etapa de educación laica (Gracias, Antonio, Roberto, Alejandro...).

Eran unos tiempos muy puros y, como tales, muy confusos. En las manifestaciones de los dos años anteriores contra la reforma educativa –y contra Martín Villa, que aún amparaba disparos al aire, detenciones ilegales y Conesas, amparo sobre el que se ha corrido un muy tupido velo—yo devolvía botes de humo con el que ahora le escribe los discursos a Esperanza Aguirre y con una chavala con nombre de tío que simpatizaba, y creo que se liaba, con gente neonazi. Bueno, y conmigo. Carisma tolerante, que le dicen.

También hay que recordar que la política era tan seguida –emocional y racionalmente—como ahora el fútbol o los realities, y que cuando había un debate importante en el Congreso andábamos por los autobuses, por la calle y aun en las clases, con la radio pequeñita en el bolsillo. Como aquéllos vejetes que iban por el retiro los domingos con el Carrussell Deportivo a toda leña, pero en concientizado. Es importante tener esto en cuenta, porque explica que prácticamente toda la ciudad se enterase del golpe en tiempo real.

El caso es que aquélla tarde era de esas que en Madrid ya huelen a primavera. No hacía mucho frío y había pasado a saludar a Macario el secretario (infame pareado para una gran persona) y de pronto la SER, los disparos y todo el lío. Después de no dar crédito durante un par de segundos corrí de clase en clase para evacuar el Instituto. Todo el turno de vespertino y el comienzo del nocturno anduvo a las carreras, solicitando información confusa, arreando para sus casas o para las sedes de los partidos y movimientos, según el caso.

Es difícil explicar a los de ahora que, en una época sin teléfonos móviles, todo el mundo sabía qué hacer y dónde ir para deshacerse de papeles, localizar a los ilocalizables, preparar –en algunos casos—el viaje a Gredos o a Francia, salvar lo que se pudiera de los locales, repartirse los libros y los documentos más imprescindibles... En fin, un estrés coordinado. En dos horitas, hacia las ocho y media, todo estaba más o menos controlado y cogí un autobús para ir a casa. Cuando llegué, mis padres estaban histéricos, pensando eso que las madres definen como “que te hubiera pasado cualquier cosa”.

Luego, dos horitas de teléfono, cena y escapada al Palace. Como en Neptuno había de todo y todo bueno, los de mi cuerda anduvimos muy discretos. Lola me había acompañado por si un aquél de parejita-paseando-sin-nada-que-ver-con-el-lío. Tan discretos anduvimos que, cuando estuvimos a punto de chocar con los que vitoreaban a los golpistas, recibimos la consigna de que va a ser que no. Para casa, tranquilidad y ya veríamos por la mañana. Se rumoreaba que el golpe estaba triunfando en Valencia y la música militar de Radio Nacional no ayudaba a pensar en que “mañana por la mañana” iba a ser coser y cantar.

Nada más volver a casa con Lola apareció Juan Carlos. A pesar de las angustias de la generación de mis padres, el gesto era claro: no había golpe. Más telefonazos de comprobación. Después de todo, “mañana por la mañana” empezaba a verse más claro. Valencia se tranquilizaba y la Brunete acuartelada en Villaviciosa –cuyos mandos y suboficiales tuve el gusto de soportar en mi propia mili en Valladolid—volvía a casita sin haber quitado las zapatas de los carros de combate.

La mañana siguiente hacía más frío. Y todos, de alguna manera, supimos que íbamos a pagar un precio muy alto por aquéllo. Nunca supimos nada de la trama civil. Ni siquiera anoche. Y todos vimos cómo la izquierda española se hacía de derecha para poder gobernar: primero consolidar la democracia, etc. La lección ya estaba aprendida.

Los tiempos dejaron de ser puros, las utopías terminaron con la muerte de Tierno, la corbata de González y el referéndum de la OTAN. Un año después, tras haber salido con la hija de uno de los amigos de Tejero y Miláns (seguía yo con mi carisma tolerante), me enamoré por fin de una chica de izquierda. Ahora es mi mujer, mira por dónde. Quién sabe si debo mi felicidad conyugal a Tejero.

Para leer a Hegel, vamos.

Nota: Me gustaría que las 20 ó 25 personas que leen esta cosa aportaran su 23-F. Es como aquélla escena de Night Moves, en la que Gene Hackman y Jennifer Warren conectan de veras cuando responden a la famosa pregunta: "¿Dónde estabas cuando mataron a Kennedy?". Viva la memoria.

lunes, 9 de febrero de 2009

Humor para después de una Gripe.

Las vidas y hechos de los fascistas siempre tienen momentos de armonía preestablecida, de ironías elegantes, de justicia poética.

Así, ahora se ve, como en el retrato de Dorian Gray, el montón de estiércol que ocultaban las joyas, los chaqués, los cabellos engominados hasta las guedejas terminales y los gestos de serena tranquilidad de los que hollaron las losas de El Escorial en aquélla boda real que montó el heredero del Vigía de Occidente, amigo de G.W.

Como se ve esa inercia de todos los liberales que acaban por montar gestapos –de pacotilla, casi casposas, pero gestapos—porque entre bueyes hay cornadas, y muchas.

Pero lo que más gratifica de salir de una gripe de una semana es ver cómo el mismo Papa que presiona al ultrafascista Berlusconi para encarnizarse hasta la tortura contra una pobre joven y su familia perdona mientras tanto a un obispo (uno de los muchos) que niega el salvajismo Nazi. Y es que la cosa no está para perder clientela, ni socios.

Así que, no me digan: los del boato, chorizos; los paranóicos, espiados, y los del derecho a la vida, negando las cámaras de gas.

El que no se divierte es porque no quiere.

Nota: probé a ver un ratito la muy mediocre copia del maravilloso SNL a la española que ha perpetrado Cuatro. Yo creo que un programa así aquí no tiene futuro. ¿Qué humorista español(a) puede igualar a nuestro ínclito ex-caudill... digooo... ex-presidente José Mari? Ni el mejor Charlie Rivel, ni el otro Charlie, Chaplin, ni Keaton, ni Groucho pueden descalzar a semejante maestro del humor absurdo. ¿Qué imitador de Fraga podría sospechar sus citas bíblicas? ¿Qué mujer de la escena española podría imitar a Esperanza Aguirre para hacer creíble un personaje así? Están perdidos. Menos mal, porque como el original, nada.