jueves, 18 de septiembre de 2008

La Objeción de los que no tienen Conciencia

En Tres Sombreros de Copa, le preguntan a uno de los personajes: "¿Es usted militar?" y él responde: "Regular". El personaje se camufla mas de lo que ahora leemos porque en ese tiempo realmente había un Tabor de Regulares, pero esa no es la cuestión. La cuestión es que no se puede ser "un poco militar", como no se puede estar "un poco embarazada".
No sé ustedes (o ustedes vosotros, a elegir), pero yo no me imagino a estudiantes de la Academia Militar ni a soldados profesionales objetando conciencia. La escena, en sí misma, sería digna de una película del absurdo.
Sin embargo, los faescistas y sus dueños han encontrado en la "objeción de conciencia" un aliado para su restrictio mentalis y su manía patológica de jugar al despiste y con trampas. Los de siempre han redescubierto la objeción de conciencia. De modo que asistimos atónitos a farmacéuticos/as que se niegan a dispensar la llamada píldora del día después, o docentes que se niegan a impartir una asignatura, o médicos que rehúsan, bien a aplicar cuidados paliativos a enfermos terminales desfigurados por el dolor, bien a facilitar la interrupción del embarazo de acuerdo con los supuestos contemplados por la Ley; todo ello en nombre de su "conciencia".
Pues bien: aquí no hay conciencia que valga: hay una incompatibilidad entre las propias creencias y la actividad que uno lleva a cabo. Aparte del trasfondo de resistencia y negación ante el imperio de las leyes que no les gustan, azuzados por intereses partidistas, lo que tenemos aquí es la incapacidad, la no cualificación personal, para ejercer una profesión. Es muy sencillo: si en un trabajo se han de acatar leyes y realizar actos que van contra la conciencia de uno, no se está capacitado para desempeñar esa profesión y en conciencia, debe abandonarse esa actividad. No creo que una empresa cárnica permitiese cobrar el sueldo a un vegetariano que, obtenido y promovido al puesto de matarife, se negase después a sacrificar reses.
Lo mismo que las Fuerzas Armadas expulsarían a un soldado pacifista --sólo poner estas dos palabras juntas ya mueve a rechifla--, deberían inhabilitar a los docentes, farmacéuticos y médicos que no pudieran, en conciencia, ejercer su profesión sin las trabas de sus creencias.
Que los poderes públicos amparen y fomenten esta mal llamada "desobediencia civil", que en boca de los faesciosos es un atentado a la memoria de los que han luchado por causas justas, debería también inhabilitarles para sus cargos: hacen apología de la ilegalidad.
Un detallito más, casi sin importancia: en un Estado de Derecho, al que incumple las leyes no se le llama objetor. Se le llama delincuente. En castellano y en inglés.

P.S.: Yo creo que también ha habido un problema de estrategia semiológica. Si al menos la asignatura de Educación para la Ciudadanía se hubiese llamado Formación del Espíritu Nacional...

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