Un señor (generalmente es un señor) tiene, digamos, una mina de cobre. El cobre está por las nubes, porque, además de la energía, se necesitan materiales para transportarla y prácticamente toda la electrónica de nuestros hogares y de la industria depende del cobre. Gana mucho dinero, pero necesita grandes cantidades de efectivo para maquinaria, para excavar nuevos pozos, etc. Y tiene una idea: se le da mujy bien jugar a la ruleta. Podría incrementar sus ingresos líquidos (dinero contante y sonante), en la ruleta. Así ganaría más dinero para sus socios y tendría líquido con el que operar.
Este señor (generalmente es un señor), por tanto, juega a la ruleta. Y, como sabe jugar y tiene experiencia, entre mucha gente le presta la pasta para que juegue. Hay gente que le presta para dos fichas. Y hay gente que reúne la pasta de mucha gente (es decir, los bancos) que le presta enormes cantidades para que juegue en varios casinos. El tahúr, realmente juega con muy poco dinero suyo. De hecho, es una cadena de préstamos.
Al tahúr le ha ido históricamente muy bien. En los años flojos, reparte poco y en los años buenos reparte mucho. Pero un buen día descubrimos que prácticamente todo el dinero del que dispone lo ha invertido en la ruleta y no en la mina. Y los que le prestan grandes cantidades, viendo que ganaba tanto y tan fácilmente, han hecho lo que él. Desde luego, hay gente que sabe que la ruleta es un juego de azar y no invierte directamente en la ruleta. Pero el banco donde tiene su dinero lo hace en su nombre. Y la aseguradora que asegura sus bienes, asociada con el banco, también se ha ido de casinos.
Llega una mala racha. Todos pierden. En teoría, la mina de cobre y todas las posesiones de los jugadores deberían ir para la banca, para el Casino, y ellos lo perderían todo. Pues no. ¿Qué hacen el tahúr y sus socios cuando pierden hasta la camisa? El Presidente (político) que compró en los años de bonanza le dice a todo el mundo que pague lo que han perdido. A todos. Los que han jugado y los que no. Así que seguirán siendo dueños del casino, de la mina y de las entidades que les han prestado el dinero para seguir jugando.
Eso es la economía libre de mercado cuando a los tahúres les viene la mala racha: Ellos ganan, tú pierdes. Ellos pierden: tú pierdes.
Ahora, en Madrid, Esperanza Aguirre ha visto que el agua es negocio. Privaticémosla. Así el tahúr y sus colegas tendrán pasta con la que jugar a la ruleta. Cuando hayan exprimido el negocio y pierdan hasta la camisa, volverá a nuestras manos. Para que paguemos lo que han perdido.
¿Fácil, no?
P.S.: Ya sé que es una parábola y que hay algunas inexactitudes técnicas. De hecho, el Casino, físicamente, ni existe ni tiene dueño... en teoría. Pero eso lo dejamos para otro capítulo.
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2 comentarios:
La política es la conducción de los asuntos públicos para el provecho de los particulares.
Ambrose Bierce
No es una novedad, pero si nos manipulan , al menos que nos pille despiertos. Enorme tu reflexión. Gracias
Al fin he descubierto cómo responder los comentarios.
Gracias mil por los tuyos. Y gracias por la cita de Bierce, que apunto.
Seguiremos informando.
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